La democracia real se fundamenta en los ciudadanos, sus libertades y sus derechos. No hay derechos sin libertades, ni libertades sin derechos. Sin derecho real al acceso a una vivienda digna, a un trabajo estable, a una educación y sanidad públicas de calidad, a una justicia "justa", a una igualdad real de oportunidades... las libertades son pura utopía para la inmensa mayoría de los ciudadanos y ciudadanas. Sólo podrán usar (y abusar) de libertades las personas que formen parte de la "élite" de los poderes sociales y económicos.

Pero en estas líneas, pretendo limitarme a la situación de la libertad en nuestro país. La Libertad, en mayúsculas, es la suma de múltiples libertades. La libertad de opinión, de expresión, de manifestación, de reunión, de elección, de discrepancia, de equivocarse, suma y sigue. Y lo preocupante es que se perciben síntomas de graves limitaciones en estas libertades. El Gobierno presidido por Rajoy y sus adláteres proponen y aprueban una serie de leyes que coartan libertades básicas. Si la ciudadanía, a pesar de sus urgencias, ha manifestado sus descontentos de modo pacífico excepto contadas excepciones, ¿cómo explicar la nueva ley de seguridad ciudadana y la de seguridad privada?, ¿cómo justificar la recién aprobada ley de símbolos con censura previa incluida?, ¿cómo comprender que se pretenda anular (o desprestigiar) instituciones de control del poder político, como el caso del Consell Consultiu en nuestra comunidad? Y, lo que puede parecer una anécdota, en el BOE de ayer se publica un concurso para la compra de un camión bomba de agua a presión para hacer frente a manifestaciones por un valor de 500.000 euros (según los sindicatos de policías tales camiones son más agresivos y peligrosos que las "pelotas" de goma).

El objetivo es claro: "disuadir" a la ciudadanía mediante el anuncio de multas cuantiosas a futuribles manifestantes, mediante tipificaciones absurdas de ofensa a las fuerzas de seguridad, mediante la habilitación a vigilantes privados para que puedan identificar e incluso denunciar a ciudadanos en plena vía pública (fuera de los establecimientos que los tienen contratados, así como limitar la libertad de expresión en temas y símbolos que no coincidan con las tesis gubernamentales. Las razones son de índole ideológica.

Aunque algunos consideran que las ideologías han muerto, la realidad demuestra lo contrario. Voy a centrarme únicamente en la diferencia radical entre la ideología autoritaria y la democrática en un aspecto básico: el valor que se da a las libertades de los ciudadanos. Los autoritarios utilizan todos los recovecos del sistema democrático, incluido el uso de sus legítimas mayorías absolutas, para domesticar a los ciudadanos. El demócrata se presupone refuerza el valor de la ciudadanía. Hoy se visualizan síntomas claros de autoritarismos gubernamentales. ¿Qué está ocurriendo? El Partido Popular pretende representar a una "amplia derecha" que incluye democristianos, liberales, neoliberales, conservadores€ pero también a una derecha radical a semejanza al Tea Party en el Partido Republicano en EE UU. Hoy en España tal derecha pura y dura está movilizada. Lo relevante es si tal derecha tiene influencia en la orientación y dirección del partido. La respuesta es sí: ejercen presión y presencia en el interior y entornos del PP,y en las actitudes y decisiones donde gobiernan (Gobierno central, autonomías y ayuntamientos). Basta seguir determinados medios escritos, radiofónicos y televisivos, para concluir que tienen voz y audiencia. Ante tal resurgir los populares, con tal de no perder tal masa de votos de derecha radical, les hacen continuamente guiños.

Lo expuesto no son simples anécdotas. Sin hacer grandes alegatos hay que insistir que hace menos de 40 años que gozamos de libertades. Quisiera recordar que tales libertades, la democracia, no fue un simple regalo del régimen franquista, sino una conquista real de los ciudadanos.

Y, precisamente por tales razones y otras muchas, no somos pocos los preocupados por un vaciamiento lento pero persistente de los valores esenciales de la vida democrática: derechos y libertades. Esta constatación está principalmente dirigida a los ciudadanos y ciudadanas que ya han nacido en democracia, y que consideran como algo natural respirar aire puro y hacer uso de nuestras libertades cívicas. Pero no necesariamente es así.

Sin alarmismos, pero comenzamos a respirar aires contaminados. Que el jaque a las libertades no se convierta en jaque mate depende de los ciudadanos.