En plenas jornadas navideñas y coincidiendo con las festividades de fin de año, son muy numerosos los residentes en Balears que se disponen a viajar para disfrutar de un tiempo de vacaciones o participar en los encuentros familiares propios de la época. También se produce el recorrido y la demanda inversa con lo que la petición de pasajes aéreos alcanza uno de los puntos más intensos del año en el archipiélago. Las compañías aéreas saben que, en estas condiciones y con escasa competencia de otros medios de transporte, el ciudadano no tiene escapatoria y, como desgraciadamente también viene siendo habitual, aplican un alto incremento en los precios del billete de avión.

Incluyendo el descuento del 50% estipulado para los residentes y con la salvedad de Madrid y Barcelona, en estos días es prácticamente imposible hallar un pasaje de avión a la península por menos de 200 euros. El transporte básico vuelve a ser injusto, exento de proporcionalidad y exageradamente caro para quienes residen en Balears.

Todas las partes implicadas saben y se muestran conscientes de la problemática, desde múltiples dificultades para las familias a un gran deterioro de la competitividad comercial de Balears como destino que acarrea esta situación, pero a la hora de la verdad nadie hace nada mínimamente efectivo para paliarla. En este archipiélago quedarse sin vacaciones o no poder encontrarse con la familia o las amistades a causa del despropósito de los precios aéreos no constituye una excepción. Es más habitual de lo que aparenta. Estamos. por tanto, no sólo ante un obstáculo económico, sino frente a un problema social y humano.

La paradoja y los males se han vuelto endémicos en este sentido. Las compañías aéreas aprovechan el terreno abonado para cebarse con el pasajero en momentos puntuales y cuando la dificultad, como ahora, saltan a la opinión pública, las instituciones y los sectores afectados emiten mensajes en el sentido de que el asunto debería arreglarse, pero nunca llega la entrada en vigor de la solución efectiva. Los hoteleros acaban de advertir que, por este camino, se está dejando a las islas fuera del mercado nacional porque cada vez llegan menos visitantes peninsulares, precisamente quienes mejor podrían contribuir a la desestacionalización de la temporada turística.

Está claro que resulta imprescindible dar con una fórmula efectiva que evite el aumento del precio del billete aéreo coincidiendo con las fechas de alta demanda. El Govern pide soluciones, pero no las exige. Lo único que se mueve son los precios y lo hacen descaradamente al alza.

La actualización de las dificultades creadas ha hecho que otra vez se vuelva a plantear, pero sólo a modo de posibilidad, la declaración de servicio público para las rutas más vitales con la península, pero se temen las restricciones que pueda imponer la Unión Europea en este sentido. Alguien deberá regular el mercado, porque las cosas no pueden seguir tal como están. Si el Gobierno acaba de anular la subasta de las eléctricas y veta el incremento exagerado de la luz, ¿porqué no puede intervenir en las tarifas aéreas? Las perspectivas no son optimistas.

Sylvia Riera, la presidenta de Aviba, confirma hoy, en una entrevista a este periódico, que la cosa va para largo y que la situación se ha deteriorado mucho más con el cierre de Spanair y la política de Ryanair. Nuestros responsables políticos siguen empeñados en debates sobre asuntos absolutamente prescindibles mientras cuestiones que afectan y preocupan de verdad a los ciudadanos son ignoradas una y otra vez, con el agravante de que ni siquiera se atreven a respaldar las iniciativas o las denuncias sobre limitaciones del transporte aéreo insular que sí son capaces de formular representantes populares elegidos en el otro archipiélago.