La primeras noticias acerca de la tragedia de una familia sevillana, de Alcalá de Guadaira, en la que murió el matrimonio y una de sus hijas, decían que había sido por comer alimentos caducados. Me acordé de inmediato del ministro Arias Cañete, aquél que decía que se bebía todos los yogures que le quedaban a mano por más que hubiese pasado la fecha en la que te recomiendan tirarlos a la basura, preguntándome en qué medida podríamos estar ante una cadena de causa y efecto. Desde que comenzó la crisis económica se diría que los ministros han dado con la persecución del ciudadano como mejor forma de ver esa luz que dicen que está al final del túnel. Se nos bajan los sueldos, se nos brea a impuestos, se nos obliga a pagar las medicinas y, ya verán, hasta la sanidad y la enseñanza dentro de nada. Todas esas sabias disposiciones deterioran la salud así que, ¿por qué no abreviar los trámites mandando al contribuyente a la tumba? Total muchos de ellos ya no cotizan a la Seguridad Social porque tampoco trabajan y el heredero que venga seguirá teniendo que pagar el Impuesto de Bienes Inmuebles de aquellos finados que, no se sabe muy bien cómo, habían conseguido que no les quitasen el pisito hipotecado.

Al día siguiente no se hablaba ya de yogures, mantequilla y huevos pasados de fecha sino de alimentos sacados de la basura como causa de las muertes de Alcalá de Guadaira. Aunque los vecinos lo niegan, se apunta a que el hombre, fontanero en paro, y la mujer, sin trabajo conocido, hurgaban en los contenedores en busca de algo que comer. El recuerdo se me fue entonces mucho más lejos, a los años aquellos que siguieron a la guerra civil y en los que tener que apañárselas como fuese era el pan nuestro de cada día aunque sin pan alguno que llevarse a la boca. Hasta un personaje de tebeo había, Carpanta, cuya gracia era la de sobrevivir buscando qué comer en cada episodio. En ésas estamos sesenta años después y con la atención puesta en doctrinas penales, corrupciones varias y procesos soberanistas. No sé qué dirán dentro de sesenta años acerca de nuestros Carpantas de ahora mismo que se arriesgan a morir intoxicados porque de no hacerlo se mueren antes de hambre. Tampoco sé si saldrá entonces ante las cámaras algún ministro diciendo que él hace lo mismo, hurgar en el contenedor europeo en busca de una ayudita que la cancillera perpetua Merkel haya tirado a la basura. Como los alemanes son tan ordenados es probable que tengan un cubo de desechos institucionales y pongan allí incluso los ministros que se pasan a la hora de hacer el friki. Todo resulta de tal forma mucho más aséptico y formal, hasta el punto de que se ahorran noticias como la que nos llega ahora desde Sevilla.

Supongo que será un absurdo pedir al Gobierno que, al menos esta semana, dedique tanto tiempo a pensar en los españoles que hurgan en el basurero como a imaginar conjuros para que Artur Mas vuelva al redil.