Europeas en mayo; autonómicas y municipales un año más tarde; generales seis meses después, en el supuesto de que no se adelanten, sin contar con que en Andalucía y Cataluña haya convocatoria anticipada de elecciones. 2014 y 2015 van a ofrecer la justa medida de hasta dónde ha llegado el proceso de deterioro institucional; si populares y socialistas son capaces, todavía, de mantener en pie, maltrecho, el bipartidismo imperante desde la Transición. Los datos que ofrecen las encuestas indican que en ayuntamientos, parlamentos regionales y en el Congreso de los Diputados habrá que fletar gobiernos con el concurso de casi siempre tres partidos. Augurio de inestabilidad garantizada e inicio de una progresiva transformación de la estructura política española.

Las europeas de mayo se celebran con un sistema electoral proporcional, pero de circunscripción única. Los resultados posibilitarán un primer diagnóstico de por dónde se encamina el malestar ciudadano. PP y PSOE dan por descontando que pagarán un precio, que esperan sea lo menos oneroso posible. Ambos se conforman en quedar ligeramente por encima del otro y minimizar las pérdidas con un descenso de cuatro o cinco eurodiputados. Pérdidas aceptables. Si los socialistas llegan primeros, aducirán que es el inicio de su recuperación poniendo sordina al botín obtenido, menor que el cosechado cinco años atrás. En el caso de que sean los populares los que se sitúan en cabeza destacarán su fortaleza y el hecho de que el partido socialista no consiga sobrepasarlos; al igual que éstos, pasarán de puntillas sobre el número de escaños. Solo si se el descalabro es descomunal vendrá un público propósito de enmienda con poca o nula convicción. Un triunfo socialista hará que Rubalcaba piense que aun le resta una oportunidad de continuar. Rajoy, en su caso, enfatizará que lo que hace es asumido por la ciudadanía. Sucede siempre: ciegos y sordos por vocación.

Las europeas pueden dejar una visión distorsionada, menos dramática para los dos grandes de lo esperado. Serán las municipales y autonómicas de mayo de 2015 las que dirán cuál es el genuino cabreo instalado en la ciudadanía: en ellas es dónde PP y PSOE calibrarán su real erosión. Un desenlace en el que el partido conservador pierda la mayoría, la holgadísima mayoría absoluta, que le ha posibilitado convertir en ciudadelas inabordables para la izquierda Madrid y Valencia, constituirá, de darse, un golpe terrible. Hoy el PP gobierna en tres cuartas partes de España: solo se le resiste Andalucía y las dos comunidades que aspiran a ser estado: País Vasco y Cataluña. Puede suceder que los pactos dejen al PP fuera del gobierno de cinco o más comunidades, incluyendo las dos citadas, las más sobresalientes. Entonces, en qué situación quedaría el PSOE. Descartada su mayoría absoluta, se enfeudará a IU en Madrid y tal vez también a UPyD; en Valencia a IU y una coalición de partidos de la izquierda nacionalista, Compromís, con lo que gobernar constituirá un calvario y poner a disposición del PP el supremo argumento para las elecciones generales: el miedo a una suerte de frente popular, que es la eventualidad que ya están aventando algunos analistas de la derecha.

Ese es un esquema demasiado lineal, porque está de por medio lo de Cataluña: el presidente Mas, al que ERC tiene pillado, acaba de anunciar la pregunta del referéndum independentista y la fecha del mismo, el 9 de noviembre. ERC no le ha dado margen para las dudas y la pregunta incluye la independencia ya que de lo contrario no había presupuestos. La implosión de CIU se aproxima, con ella la segura convocatoria, por segunda vez, de elecciones anticipadas, que Mas tratará de transmutar en plebiscitarias, puesto que el Gobierno, en connivencia con el PSOE, no autorizará la consulta. De unas elecciones catalanas adelantas seguramente surgirá un mapa político diametralmente opuesto al existente, en el que ERC será la primera fuerza política; Ciutadans emerja como partido fundamental entre los constitucionalistas; Convergencia Democrática, el partido de Mas, quede jibarizado; Uniò, el de Durán, liliputiense, y PP y PSOE, los dos partidos nacionales, sumidos en la irrelevancia, convertidos en quinta y sexta fuerza parlamentaria. Un roto monumental.

Añádase que la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, la que va a mantener por muchísimo tiempo al PP en la oposición, también se dispone a anticipar las elecciones en cualquier momento para, por una parte, desembarazarse, si puede, de IU y, por la otra, asestar el golpe a PP y al secretario general Pérez Rubalcaba, imposibilitándole el más remoto intento de perpetuarse y pactar con los populares un gobierno de coalición tras el fiasco que unos y otros protagonizarán en las elecciones generales, salvo que los acontecimientos den un giro imprevisto, exactamente la esperanza que anida en Mariano Rajoy y la secreta aspiración de Pérez Rubalcaba, que se conformaría con privarle a éste de la mayoría absoluta y obligarle a un pacto de gobierno a la alemana, aunque ello suponga la desaparición del PSOE como lo hemos conocido desde el final de la dictadura.

Son dos años, los que van a iniciarse, en que se despejará lo que España será políticamente en el tiempo que está por venir. Cuando concluya 2015 sabremos si sigue el desvencijado bipartidismo o se entra en la época de las imprescindibles reformas.