A instancias del PP, los políticos de Balears dedicaron el martes un buen rato en el Parlament a debatir la existencia de los Països Catalans y el rodillo conservador determinó que no, que no existen. Una chorrada histórica, por usar el adjetivo que tanto les pone a los servidores de la cosa pública. Imagino que tras la votación y el enorme desgaste intelectual, se fueron a merendar y a felicitarse por la buena salud de la democracia. Por si no nos había avergonzado lo suficiente el líder nacional de la derecha, Mariano Rajoy, al comentar en Johannesburgo que el funeral de Nelson Mandela había sido emocionante, y aún más por celebrarse en el estadio donde España ganó el Mundial de Fútbol, sus compañeros del archipiélago profundizaron en la penosa imagen que los políticos ofrecen a la sociedad cuyos intereses deberían defender. Ahora las entelequias se deciden por decreto. Esta puede ser una fuente inagotable de proposiciones de un PP balear que se rige por dos únicas leyes: la del mínimo esfuerzo, y la del embudo (lo ancho para mí y lo estrecho para vosotros, oposición y contribuyentes). Voten sobre los unicornios, la vida inteligente en otras galaxias, el alma canina, la presencia de un fantasma en los pasillos de La Misericòrdia, o los calamares gigantes. Declaren si existen los Reyes Magos. O si Elvis sigue vivo. Por favor, usen su mayoría absoluta para concretar a qué huelen las cosas que no huelen.

Los Països Catalans no están entre mis preocupaciones, aunque tengo que decir, ahora que todavía puedo porque no se ha aprobado la ley franquista de seguridad ciudadana que me multará por hacerlo, que la unidad de España me importa un pito o menos. Hay asuntos que acompañan a los Països Catalans en el listado oficial de la inexistencia que sí me interesan, como el pleno empleo, las ayudas a las personas depedientes o la protección a la maternidad. Estaría muy bien que el Parlament balear dictaminase la inexistencia de las cacas de perro en las aceras, las dobles filas, la corrupción, la economía sumergida o el ruido. Se lo agradeceríamos un montón. Todavía no han resuelto la guerra educativa por el TIL, siguen mermando los recursos sanitarios, los ciudadanos que precisan la ayuda de las oenegés para sobrevivir mes a mes aumenta , igual que los parados, y nuestros próceres se ponen a discutir sobre cosas que están y deben estar en la ideología política de cada cual. Los Països Catalans existirán para algunos ciudadanos, para algunos partidos y para algunos historiadores, y no hay nada que pueda hacer el PP para impedirlo. Su ridículo debate del otro día no aporta nada, salvo crispación en la relación con nuestros prójimos catalanes y una pizca más de desapego hacia esa casta que cobra a fin de mes por perder el tiempo miserablemente.

Así que yo decido por el bien de todos mis convecinos que el martes pasado no existió. Ese día en que, aprovechando que el presidente del Gobierno estaba en la otra punta del mundo y sus acólitos de Balears se entretenían en decidir el sexo de los ángeles, el Congreso de los Diputados aprobaba que un vigilante de seguridad privada te puede perseguir y detener en plena calle, haciendo de policía sin serlo. Eso sí que es gordo, otra vuelta de tuerca a la inquietante merma de las libertades civiles que nos prepara tacita a tacita la derecha. Un despropósito en España, en los Països Catalans y en cualquier lugar civilizado. Si es que existe tal lugar.