El turismo ruso, al que se atribuye, por lo general, una alta capacidad de inversión y poder adquisitivo que, por otro lado, parece tener sobradamente acreditado, es la última incorporación sustancial al flujo de grandes visitantes de Mallorca. El fenómeno, sobre el que se han depositado grandes expectativas, afecta no sólo a la isla, sino al conjunto del litoral mediterráneo español. Pero no todo son rublos de sana procedencia convertibles en capacidad de regeneración económica. En ello también hay que saber distinguir el grano de la paja, el dinero limpio de la moneda opaca o, directamente, sucia.

Es, en definitiva, la misma purga que, irremediablemente, hay que realizar entre los movimientos de población. El efecto migratorio, sea temporal o residencial, incorpora en una misma masa comportamientos nobles y honrados entre los que se camufla, no sólo el oportunismo, sino el delito mismo y hasta, en algunos extremos, la extorsión que, si se tercia, no tiene reparos con las prácticas violentas. Es lo que ocurre con el turismo ruso que ha descubierto el Mediterráneo y con ello, Mallorca. La irrupción policial, hace meses, sobre una organización mafiosa, no fue una excepción. Ayer la Guardia Civil, en coordinación con Europol y la fiscalía Anticorrupción, en una operación que avanzada la noche permanecía secreta y abierta, volvió a desplegar una vasta operación, básicamente en Peguera y Palma, para desmantelar otra banda mafiosa. Se registraron domicilios, despachos de abogados y un hotel, con un saldo de por lo menos ocho detenidos.

Han sido identificados como miembros de la organización criminal moscovita Taganskaya que, por lo visto, estaba especializada, por decirlo de algún modo, en los denominados "raids", la apropiación de empresas con métodos violentos, a las que hacía quebrar después, para obtener beneficios. Entre los detenidos figura el cabecilla de la banda, Alexander Romanov quien, por lo que se ve, se dedicaba a realizar grandes inversiones inmobiliarias para lavar el dinero de las extorsiones. Entre ellas figura el hotel Mar y Pins de Peguera en el que fue interceptado. En principio, a los detenidos se les imputa un presunto delito de blanqueo de capitales, pero no resulta nada descartable que también caigan sobre ellos las acusaciones de asociación ilícita, falsedad en documento mercantil, contra la Hacienda Pública y los derechos de los trabajadores. Por estas cloacas se vierte la operación Dirieba, tal es el nombre que ha recibido.

Por supuesto, una segunda gran intervención policial y judicial contra la mafia rusa en Mallorca, a la que se pueden sumar todavía otras muy sonadas como la de los germanos Angeles del Infierno, no contribuye a estabilizar el panorama y el atractivo turístico de la isla. Su repercusión es nociva y creciente desde el momento en que se reproduce en los grandes medios de comunicación europeos y acaba, por efecto multiplicador, deformando la realidad y unas posibilidades de ocio y tranquilidad que sí son seguras y efectivas. La gran excepcionalidad vuelve a deformar la realidad pero, precisamente por ello, habrá que estar atentos y emprender las iniciativas imprescindibles para que los residentes y los turistas, reales y potenciales, no se espanten y tengan una justa dimensión de las cosas,