iércoles, 7 de la tarde. Una calle cercana al centro de Palma. En una zona transitada, a pocas manzanas de unos conocidos grandes almacenes. Una va paseando, teléfono móvil en la mano. En esta era de la comunicación en que la mayoría sentimos la necesidad de estar permanentemente conectados, no es extraño ver a cualquier ciudadano o turista deambular hablando por teléfono, o escribiendo algún mensaje. En este caso, esperando un Whatsapp. Hasta que algo pilla por sorpresa al viandante. Un pequeño empujón y luego el roce de una mano. Antes de que la víctima se de cuenta, el teléfono ha desaparecido.

Acto seguido el autor sale corriendo, dispositivo en mano. O no, porque en este caso se le resbaló al intentar cogerlo. Y como una no iba escribiendo ni hablando, lo tenía sujetado con fuerza. Un segundo intento fue abortado por un manotazo cuando la que escribe se da cuenta de que en realidad le estaba intentando robar. Todo es cuestión de 3 o 4 segundos en los que al principio la víctima no reacciona porque nadie espera que tiren de su móvil, o de su bolso. Así que, en un primer momento, una se alegra de no ser aún una ancianita a la que el tirón le pueda provocar una caída o alguna lesión. Y de tener pulmones suficientes para gritar alertando de la presencia de un ladrón. Un minuto más tarde, aparece un controlador de la ORA que el chorizo frustrado debió de confundir con un policía porque volvió a toda prisa para tomar otra dirección. Así que una le pide, por favor, que llame a la policía porque quiere denunciar lo sucedido. Mientras tanto, un par de testigos de los hechos y otro controlador comentan la jugada, alegrándose del afortunado desenlace. La sorpresa llega cuando finaliza la llamada a la Policía Local de Palma.

Resulta que los agentes preguntan si tenemos retenido al caco en cuestión. Como la respuesta es negativa, le comunican al controlador que entonces no vienen. Que tengo que ir yo a poner una denuncia. Ignorando el hecho de que el tipo seguía en esos instantes cerca de allí y aún se podía hacer algo para intentar identificarle y detenerle. Así que una se pregunta por qué narices se supone que entre todos les pagamos el sueldo a final de mes. Si intentan robar a un ciudadano y éste es el que tiene que defenderse y retener al ladrón. Viendo la reacción de quienes se supone que deben protegernos, una desea ser algo parecido a Chuck Norris o Arnold Schwarzenegger para quitarle las ganas de volver a intentarlo.

Hasta que piensa que si de hecho hiciera algo como darle un puñetazo a quien intenta robar un móvil, aún se enfrenta el ciudadano de a pie a una más que posible condena por agresiones a quien, en realidad, no había sustraído nada (aunque no por falta de voluntad). Con lo cual, decide que si la Policía Local de Palma no actúa en el momento de producirse el intento de robo, de poco sirve perder media mañana en la calle San Fernando poniendo una denuncia.

La conclusión es que, en realidad, el ciudadano se encuentra desprotegido e indefenso. Si los agentes de la Policía Local esperan a que los demás hagamos el trabajo y se suceden las condenas cuando alguien intenta defenderse de quienes le quieren atracar (recuerden el caso de los Tous), ¿qué posibilidad queda? ¿la solución es dejarse robar tranquilamente? Una premisa que puede extenderse al turista. Si los que nos visitan son principal fuente de ingresos de esta comunidad, ¿es ésta la imagen que debemos dar? Sustracciones como la descrita se producen en calles céntricas, transitadas cada día por los turistas.

Mientras tanto, el Ayuntamiento dedica una parte del presupuesto público a la fundación Palma 365, que pretende promocionar la ciudad como destino turístico durante todo el año para que haga competencia a las grandes capitales europeas. Pero la verdad es que una no se imagina a un policía berlinés o parisino pasando por delante de un lugar donde se acaba de producir un intento de robo sin ni siquiera detenerse. Tal vez preocuparnos menos de vender humo y más de garantizar que estas cosas no sucedan sería más efectivo. Desconozco si el protocolo habitual de actuación de la Policía Local es no acudir en el mismo momento al lugar donde se produce un hecho denunciable a menos que el sospechoso esté ya esposado. O si fue cosa de esos dos agentes, que tendrían pocas ganas de trabajar. En cualquier caso, merece una reflexión de los responsables de garantizar la seguridad y la tranquilidad de todos. Los que les pagamos el sueldo y los que vienen y queremos que sigan viniendo.