Uno empieza a leer las notas sobre España del último informe PISA y las primeras líneas ya son un puñetazo al estómago. Transcribo: "El rendimiento educativo de España en matemáticas, lectura y ciencias permanece justo por debajo de la media de la OCDE a pesar de haber incrementado en un 35% el gasto en educación desde 2003 y de los numerosos esfuerzos de reforma a nivel estatal y regional. Por el contrario, la equidad en los resultados educativos ha empeorado en ese mismo periodo. En 2012 los alumnos con un nivel socio-económico favorecido superaron a los alumnos menos favorecidos en 34 puntos en matemáticas, una diferencia 6 puntos superior a la observada en 2003". Gastamos más y en cambio vamos peor, porque aumenta la desigualdad sin que mejore el resultado global, y ello significa que van a menos quienes pertenecen a familias de nivel socio-económico inferior. Sacar menos provecho de su paso por las aulas no les va a ayudar a dar el salto y a triunfar a la vida.

A pesar de todas las historias de éxito personal que nos puedan venir a la memoria, en términos generales la relación entre nivel de formación y expectativa de futuro económico de las personas es bastante clara, y el acceso desigual a los estudios ha sido una de los mecanismos que han perpetuado las diferencias de clase a lo largo de los siglos. Como no es objetable, sino encomiable, que los padres paguen buenos estudios a sus hijos si pueden hacerlo, la respuesta a la desigualdad (si se considera que merece una respuesta) pasa por facilitar que los hijos de familias que no podrían accedan también a un cierto nivel de estudios, más allá del mínimo necesario para los trabajos subalternos. El estado del bienestar apostó con fuerza por esta solución, convencido de que reducir las desigualdades, empujando a los de abajo hacia arriba, favorecía la cohesión social, mejoraba el PIB y alejaba posibles tentaciones revolucionarias. Por esta vía se ha llegado hasta el actual estatus, que en nuestro país considera obligatoria la escolarización hasta los 16 años y ofrece muchas plazas gratuitas, o muy por debajo de coste, para continuar los estudios, incluidos los de nivel universitario.

El último informe PISA apunta síntomas de que el sistema español se está alejando de la tendencia. Como mínimo en matemáticas, que además de su importancia intrínseca, indican la capacidad de los estudiantes de superar retos incòmodos. Un 35% más de recursos debería ofrecer mejores resultados.