A ver, lo de Filipinas. No sabe uno qué hacer para aliviar la maña conciencia. Por cada euro que das, te sacan tres o cuatro muertos en la tele. Hay más muertos que euros. Si entras en detalles, no es solo una cuestión de muertos, es una cuestión de niños vivos y hambrientos, de mujeres embarazadas y sedientas, de ancianos agotados cuyo esqueleto, si prestas atención, hace un ruido como de cajas de lápices al ser agitada. Es una cuestión de moscas, de ratas que merodean por los alrededores de los cadáveres envasados al vacío. Ahora dicen que hay más cadáveres que bolsas de plástico. Un drama, en fin. Y no hemos mencionado a los adolescentes, a las adolescentes. En estos desastres no se menciona jamás a los adolescentes, cuya capacidad alucinatoria no puede competir con una realidad de esta naturaleza.

Pero a lo que íbamos era al asunto de la mala conciencia individual. La de usted y la mía, presos del telediario, poniendo mensajes al número que nos indican con la leyenda que nos dicen para no quedarnos del todo quietos. Usted y yo, que bastante tenemos con lo nuestro, no podemos contemplar todas esas imágenes ni escuchar todas esas informaciones sin hacer algo, aparte de mordernos las uñas.

„¿No debería importarnos más? -nos preguntamos-, ¿no deberíamos conmovernos más?, ¿no deberíamos darle más veces al número que nos dicen con la leyenda que nos piden? ¿Y a quién ayudar, a la Cruz Roja, a Médicos sin Fronteras, a Unicef€?

Ahí estamos usted y yo, con la mala conciencia, intentando ponernos en el lugar de las embarazadas, de los abuelos, de los niños, de los adolescentes, intentando ponernos en el lugar de los muertos, incluso en el de las moscas y las ratas, mientras los gobiernos del mundo burocratizan en asunto. Se pierden en pólizas, e instancias, en timbres. Pero por Dios, si ustedes, cuando quieren, bombardean una población civil en un pispás. ¿Cómo va a ser más difícil trasladar siete toneladas de bombas que mil quilos de arroz? La reacción internacional, decimos, sin saber muy bien qué rayos significa. Pues significa eso, que el mundo es una basura y que la globalización de las narices solo sirve para lo que sirve. Y usted y yo, que no somos nadie, cargando con la mala conciencia.