La conferencia de los socialistas me ha parecido una asamblea de ciegos señalando el camino. Ya los prolegómenos fueron electrizantes. González, el gran macho añoso de la manada, diciendo que Pérez Rubalcaba es la mejor cabeza política de España. Pero que tenía una crisis de liderazgo. Que en Rajoy no había crisis de liderazgo porque nunca hubo liderazgo. González nunca defrauda, sus aporías y anacolutos son geniales. ¿Cómo se entiende que el personaje que inspira la mayor desconfianza entre los ciudadanos sea la mejor cabeza política?¿El responsable del caso Faisán que ha dejado tirados a dos honrados policías?¿El compañero leal que decía de forma indigna que votar a su enemigo íntimo -Tomás Gómez- era hacerlo por el candidato de la derecha?¿El coautor de una ley de educación que nos ha situado a la cola del mundo?¿El colaborador de Zapatero en el naufragio del país?¿El prestímano negociador del Estatuto Catalán recortado por el Tribunal Constitucional? ¿El vicepresidente del gobierno que indultó a Alfredo Sáenz, consejero delegado del Santander, a cambio de condonación de deuda al PSOE? No me joda señor González. ¿Acaso no es la suya la mejor? ¿O es que simplemente el señor González procura siempre que se nombre de capataz de la que cree su finca a alguien de su confianza? Basta recordar su dedo en otro de sus ungidos, Almunia, el otro resultado electoral estrepitoso. En cuanto a Rajoy, la frase de González es una delicia marxista, de Groucho claro. En los términos de congruencia del lenguaje, hay crisis de liderazgo cuando éste no existe y no la hay cuando sí. A González le importa un comino la coherencia. Por consiguiente, le puede el artificio. En su momento me dolió; al cabo, tengo que dar la razón a Pere Gimferrer, Mascarada, 1995: "És cosa baixa ser el criat/d´algú com Felipe González/No acosteu les urpes ací/D´aquest govern sóc insubmís/Quincalleria sevillí/Govern de roba venturera" .

La mejor cabeza definió la conferencia: lo primero, el proyecto, después el candidato. Resumiendo, lo decisivo es el contenido de las propuestas. Éstas se visualizarán en personas -lo secundario- que tendrán como función trasmitirlas. Es decir, las primarias servirán para escoger no sé si a los más guapos (as), a los más telegénicos, a los más simpáticos. En todo caso no van a ser líderes, gentes con ideas propias, como González -esto hay que reconocerlo-, que transformó un partido ideologizado que se resistía al cambio en un partido de gobierno, sino transmisores, locutores, recaderos, correveidiles, ventrílocuos, nada que se parezca a un líder. Retuercen el significado de las palabras con el único objetivo de que sirvan a sus objetivos. Las primarias tienen sentido y congruencia con un sistema electoral mayoritario y con unos partidos que son poco más que corrientes de ideas. Como las que se hacen en EE.UU. Donde los ciudadanos escogen de entre los candidatos que se presentan de un partido a aquellos con cuyo programa se sienten más identificados. Primero es el candidato con su programa y después el conjunto del partido se pone a su servicio para disputar las elecciones. Con un sistema electoral de listas bloqueadas y cerradas, las primarias son un completo contrasentido, un círculo cuadrado. Aquí se pretende hacer como si se accediera a la presión popular convocándolas para determinados cargos -presidente (s), alcaldes-, pero condicionando al elegido con un programa que la organización previamente le ha confeccionado y con el acompañamiento de un sistema de listas cerradas, incluso paritarias, para el resto de acompañantes „parlamentarios, concejales„, algo que sólo puede confeccionarse desde el aparato, de forma que el candidato sea teledirigido y controlado desde el aparato del partido, cuyo poder se cimienta en su capacidad de satisfacer la demanda de cargos. Al final ocurre como con Borrell. El candidato que se impone es el del aparato del partido, con o sin primarias, como en Andalucía con Susana Díaz que, de formar parte del gobierno de los ERE, ha pasado a ser la estrella de la mañana. O se sufren los conflictos de la bicefalia, de la inestabilidad. El objetivo es parecer que se cambia cuando lo que se pretende es mantener incólume -o con las mínimas concesiones- el poder de la casta parásita. El resultado del retorcimiento es el inmenso lío en el que poco a poco se van enmarañando ellos mismos, que va a ser de órdago. Las palabras siempre se rebelan.

Laicismo, lucha contra la corrupción, primarias abiertas, la vuelta a la negociación colectiva, mayores impuestos a la banca, planes de justicia laboral€palabras y más palabras salidas de su conferencia como si estuviéramos pasando por la circunstancia adversa de que no están en el gobierno. No quieren darse por enterados de que el sistema político surgido de la transición y del cual ellos son protagonistas está ya amortizado, en situación de colapso. De que hay seis millones de parados de cuya generación son en buena parte responsables y no han aportado ni una sola propuesta viable de política económica capaz de revertir esta situación en un plazo inferior a diez años. Que no es la crisis, es que son unos incompetentes. Dicen que corregirán los errores cometidos. No se quieren enterar de que no es una cuestión de enmendarse los políticos „del PP y Bárcenas no hace falta ni hablar„ sino de cambiar el sistema que los ha generado, que ha obviado la excelencia, la profesionalidad, el rigor, la competencia, la ejemplaridad, el conjunto de valores que hacen de una sociedad un modelo a seguir, para edificar otro donde éstos sean los valores que imperen. Y cada político responda de su gestión ante el ciudadano y no de quien le coloca en una lista. Ni una sola palabra para cuestionar el statu quo, ninguna palabra para revocar la ley electoral que está en el origen de nuestros males y de su inmenso poder. Ni una sola palabra de cambio real. Una farsa.