Hace unos años, los hijos de los ricos y famosos que no necesitaban secundar ningún negocio familiar se inclinaban por la hípica, un hobby-modo de vida que les proporcionaba glamour, pasión competitiva y sobre todo tiempo libre a mansalva. Los descendientes de esos jinetes cabalgan con nocturnidad y alevosía, y prefieren ser disc jockeys, para espanto de los auténticos profesionales de la pista de baile, que la han visto llenarse de advenedizos con más apellido que conocimiento del medio musical. Así tenemos pinchadiscos de la casa de Alba, Brianda Fitz-James, de la saga Bosé, Olfo y su tía Bimba, sesiones a cargo de Pierre Sarkozy, Pocholo Martínez Bordiú, Jacobo Ostos y Paris Hilton, que comparten cartel con retirados de otras disciplinas como el piloto Fonsi Nieto, o celebridades desde su nacimiento tal que Sofía Cristo, hija de Ángel Cristo y Bárbara Rey y el monarca de todos ellos, Kiko Rivera, el artista antes conocido como Paquirrín. En una vuelta de tuerca en la búsqueda de una actividad aún menos agotadora pero igualmente recreativa y remunerada, Froilán Marichalar Borbón se ha colocado en la puerta de la discoteca donde pincha otro hijísimo, el del periodista Julián Lago, para captar clientes y organizar en plan colega las entradas regaladas.

Eso dicen con gran escándalo las malas lenguas capitalinas, que han visto en el nieto mayor de los reyes un filón que puede dejar al primogénito de Isabel Pantoja en un simple aficionado a los avatares del papel couché. ¿Que por qué nos importa lo que haga en sus ratos libres este adolescente simpático y marchoso, que ayer se pegaba un tiro en un pie con una escopeta de caza y hoy quema suela bajo la bola de espejos? Porque para mal o para bien nuestro Estado es una monarquía y Froilán ocupa el quinto lugar en la línea sucesoria. De manera que sus negocios, vigilados por escoltas pagados por los impuestos de todos, nos incumben a los contribuyentes. Y ojalá le vayan bien y pueda independizarse de los presupuestos generales nada más cumplir los 18.

El dueño de la discoteca que frecuenta el hijo mayor de la infanta Elena, la mítica Joy Eslava en sus recién inauguradas galas de tarde sin alcohol, ha quitado hierro a la ocupación de Froilán, tildándola de amateur. Pedro Trapote, a la sazón concuñado del expresidente Felipe González, niega que el mozo trabaje como relaciones públicas y trafique con las invitaciones en su propio provecho, como se le ha afeado: "No tiene una relación laboral con nosotros (...) Si va a traer a veinte amigos se ponen de acuerdo con las entradas y se le ceden unas cuantas", le dijo a la periodista Paloma Barrientos. "Es un chico divertido, simpático y que tiene un liderazgo natural. Queda con sus amigos y estos a su vez con otros y él se ocupa de organizar la tarde". Don de gentes y facilidad para los negocios con vitola borbónica, igualito que Iñaki Urdangarin antes de sus sucesivos destierros. "Froilán es el alma de la fiesta", corrobora DJ Julien Leik (Pablo Lago), "todo el mundo va a Joy por él".

O sea, que la mítica campechanía de don Juan Carlos tiene un heredero clarísimo y a lo mejor no es el príncipe Felipe. Contaba el actor Paco León en una entrevista a la revista Don que se lo encontró en un avión, y el chaval, al que su madre y allegados llaman cariñosamente Felipón, le dijo que quería salir en algún capítulo de Aída, tal vez como amigo ´del Jonathan´ (el joven actor que le encarna, David Castillo, también es DJ), porque es muy fan de Luisma, personaje de León. Cuando el intérprete le propuso que mejor apareciese en la serie Águila Roja, Froilán le contestó rápido que "no, no, que ahí ahorcan a los reyes". No sabe nada el crío.