Primero fue el banquero Botín quien dijo que esto era jauja, y que de un tiempo a esta parte el dinero llegaba a espuertas a este país. Después ha sido el presidente de Telefónica, César Alierta, quien ha declarado que "la crisis ha acabado claramente en España y está entrando dinero porque la gente ve que es un país de oportunidades".

Es magnífico que estemos saliendo de la fase más oscura de la crisis y que los empresarios se percaten de ello y lo publiciten. Pero sería muy deseable que guardaran para sí la euforia porque resulta cuando menos chirriante que se produzcan estas manifestaciones de alegría cuando sigue habiendo -no debería olvidarse- seis millones de parados, más de un millón y medio de familias tienen a todos sus miembros desempleados y nuestra juventud ha de salir en masa del país para encontrar una oportunidad de empleo.

Por decirlo más claro, conviene cierta contención en las expansiones porque es indecente la evidencia de que no todo el mundo va a salir de esta crisis de la misma manera: lo que para unos ha sido una contrariedad, para otros ha representado la ruina material y moral, el fin de la ilusión de formar parte de la clase media para despeñarse en una franca proletarización.