Casi un año después del tumultuoso 2012, tiempo de filtraciones vaticanas que afligieron al Papa Benedicto XVI y desvelaron ciertas corruptelas, o corrupciones, en la curia romana, ningún documento comprometedor ha aflorado de las estancias papales o cardenalicias. En una reciente entrevista publicada por la revista de internet ´Jot Down´, el periodista Gianluigi Nuzzi, autor de varios libros sobre los secretos vaticanos, considera que con el Papa Francisco "hay grandes esperanzas porque en el ambiente anterior, ese ambiente de intereses y venganzas, todos se sentían espiados". Según Nuzzi (Milán, 1969), el Papa Bergoglio "intenta llevar a cabo las reformas que Ratzinger había propuesto y luego no pudo realizar, además del paso significativo que supone distanciarse claramente de Tarsicio Bertone y sustituirle".

Nuzzi ha publicado hasta la fecha los libros Vaticano, S. A. (2009) y Las cartas secretas de Benedicto XVI (2013), ambos traducidos al castellano. Además, hace unos meses veía la luz en inglés Ratzinger was afraid (Ratzinger tenía miedo), en el que el autor reconoce que el mayordomo de Benedicto XVI, Paolo Gabriele, "decidió revelar espinosos asuntos de la curia romana y me entregó docenas de documentos que ahora publico junto con mis investigaciones". Nuzzi también publicó en septiembre de 2012 el opúsculo Processo al maggiordomo, en versión digital. En otro ámbito, es coautor de Metástasis (2010), acerca de la Ndrangheta calabresa y su expansión por Italia, sobre todo en el Norte, durante las últimas décadas.

Pese a las limitaciones de sus obras, hay que reconocerle a Nuzzi que ha sido el único en publicar compendios de documentos, como los del archivo de monseñor Renato Dardozzi (1922-2003), consejero de la Secretaría de Estado, sobre los que se basa Vaticano, S. A.. El libro arranca con la caída del arzobispo Paul Marcinkus a raíz del colapso de la Banca Ambrosiana, en 1982, entidad en la que participaba el Instituto para las Obras de la Religión (IOR), el Banco Vaticano. A Marcinkus le sucede Angelo Caloia, y Nuzzi rastrea a través de los documentos cómo, pese al desastre anterior, el IOR sigue manteniendo lazos a lo largo de los años noventa con partidos políticos italianos y con estructuras vinculadas a la mafia, que ven en el secreto bancario de la Santa Sede una mina para el blanqueo de capitales. Además de ello, el periodista también descubre en la documentación numerosos casos de apaños bancarios con los clientes del IOR, incluidas congregaciones religiosas.

Los cuarenta kilos de documentos de Dardozzi, en dos maletas, son demasiado papel como para que un solo libro los destripe con precisión y rigor de historiador, pero a Nuzzi le cabe el mérito de haberlos puesto sobre la mesa. Respecto a Las cartas secretas de Benedicto XVI, el volumen documental es mucho menor (unos 38 folios, cartas en su mayoría). De su donante dice Nuzzi en la citada entrevista que "Gabriele quería el bien para su Iglesia, especialmente para su Papa" y que "se dirigían a él cuando alguien quería hacer llegar un mensaje a Benedicto XVI al margen de los canales controlados por Bertone y la curia, que habían creado un muro alrededor del Papa. Un Papa que estaba solo y fue dejado solo".

Relacionar los nombres de Gabriele y Bertone le permite a Nuzzi establecer la hipótesis de que el objetivo de todas las filtraciones del año 2012 (las anteriores, las de ´Vatileaks´, van por otro camino) iba dirigido contra el cardenal secretario de Estado, un hombre que "incluso cuando mucha gente avisaba al Papa de que era un problema, Ratzinger seguía confiando en él", explica el periodista, quien agrega que "mientras las críticas a Bertone eran de los italianos, Ratzinger lo consideró un conflicto entre italianos". Sin embargo, cuando las críticas foráneas arreciaron, "Ratzinger se vio ante un gran dilema, porque no veía posible renunciar a Bertone; para él, eso habría supuesto hipotecar el Pontificado y abrir la puerta a algo que el anterior Papa siempre ha temido: la fragmentación de la Iglesia".

Ya con Francisco en la silla de Pedro, "Bergoglio fue bastante duro con él y Bertone tuvo que marcharse. Francisco le aisló desde el primer momento y, después, parece, le dijo: "O te vas, o te echo". Eso es lo que me han asegurado, pero no tengo la certeza". Evidentemente, Nuzzi no puede tener la certeza, porque el principal dato que pesaba sobre la retirada de Bertone era su edad, al haber superado ampliamente los 75 años de jubilación según el derecho canónico, luego Francisco no necesitaba forzar nada. De hecho, ciertas apreciaciones demasiado ligeras del periodista Nuzzi son las que restan valor a sus libros, dejando, no obstante, a salvo el valor de la documentación. En la referida entrevista, Gianluigi Nuzzi relata, asimismo, algunos sucesos recientes y desconocidos sobre el Papa Francisco, por ejemplo que "en verano apartó de su puesto a un monseñor que recibía el sobrenombre de Jessica, Francesco Camaldo, que fue quien, hace ya muchos años, movió los hilos para que Renato de Predis, delincuente de la banda de la Magliana, fuese enterrado en la iglesia romana de San Apolinar".

Que responda al nombre de ´Jessica´ sería una explicación de que "el Papa haya hablado del "lobby" gay", infiere Nuzzi, quien también detalla que "monseñor Jessica se encontraba a la derecha del Papa Francisco cuando salió por primera vez al balcón de San Pedro y dijo "buenas tardes"; y estaba a la derecha de Ratzinger cuando se asomó tras su nombramiento. ¿Entiende de qué nivel estamos hablando? Y este Papa lo ha echado a patadas. Hace unos meses, antes de la dimisión de Ratzinger, Jessica estaba convencido de que iba a recibir un ascenso. Las cosas están cambiando, y como ciudadano me alegro".

Sin embargo, una mera búsqueda en internet indica que Camaldo es decano de los maestros de ceremonias papales, lo cual explicaría su presencia en las balconadas de San Pedro. Que sea además ´Jessica´ es algo que sólo Nuzzi ha relatado.