"Es el mejor pero no es la persona. Con Rubalcaba nunca ganaremos las elecciones". Éste ha sido el axioma que más ha circulado por la Conferencia Política de este pasado fin de semana, que sirvió a los congregados para desactivar la buena impresión que dejó en la audiencia el todavía secretario general de los socialistas españoles tras pronunciar un discurso muy bien estructurado que versó sobre el regreso del PSOE€ de la mano del propio secretario general.

Las encuestas han confirmado desde hace tiempo la falta de liderazgo de quien perdió estrepitosamente las pasadas elecciones y se hizo cargo del atribulado PSOE en el Congreso de Sevilla en que resignó la secretaría general el amortizado expresidente Zapatero. Y, sin embargo, es probable que haya acertado Felipe González al reconocer que Rubalcaba es, con diferencia, la mejor cabeza política de la izquierda, a pesar de su escaso éxito como líder de multitudes. Existe pues una contradicción, una paradoja, que los conmilitones de Rubalcaba no parecen dispuestos a pasar por alto.

En definitiva, el comité federal socialista determinará a finales de este año o a comienzos del próximo cuándo tendrán lugar las primarias, previsiblemente en la segunda mitad de 2014. Pero los preparativos principales para dar verosimilitud a esta renovación orgánica, tan espectacular como plausible y peligrosa, están ya hechos, y el Partido Socialista está a punto de superar el vacío de la derrota y de situarse en un punto de partida sólido para lanzar un nuevo mensaje seductor a las muchedumbres.

La Conferencia no ha sido, en definitiva, un trabajo estéril. Ha transmitido la impresión de una fuerza política en el fondo cohesionada y con potencia para seguir siendo un actor esencial en el teatro político, que ha tomado conciencia de su fracaso en la legislatura anterior y que ha sabido realizar la oportuna autocrítica, sin sangre pero sin contemplaciones. Además, ha sabido comenzar a ubicarse al frente de las aspiraciones de su teórica clientela: una política económica progresista dentro del posibilismo inexorable de una formación que aspira al poder, en la que ya no se alienta la tesis absurda de que hay que bajar impuestos y en la que se propone, en cambio, una fiscalidad más intensa, más progresiva y más justa. Además, se pulsan con acierto determinadas cuerdas de la sensibilidad colectiva: más laicismo, lucha más denodada contra la corrupción, primarias abiertas a toda la sociedad, más flexibilidad de los partidos€

Ahora, tras la rectificación y el rearme ideológico, el PSOE deberá emprender la nada fácil renovación interna. Rubalcaba, personificación de los errores del pasado según sus detractores, no parce capaz de salir del pozo de las encuestas aunque él no se ha descartado todavía; Susana Díez, el gran descubrimiento que ha brillado en la Conferencia, no está por la labor€ todavía, reclamada por la necesidad de renovación andaluza; y los demás aspirantes al poder interno y a la cabecera de cartel „la bicefalia no tiene prestigio en el PSOE después del episodio Almunia-Borrell„ no son diputados, con la sola excepción de Eduardo Medina. Y la gran pregunta ha comenzado a sobrevolar el inmediato futuro: ¿tendría sentido poner al frente del PSOE a mediados de 2014 a un líder no parlamentario, que ni siquiera podría debatir con Rajoy como jefe de la oposición, como le ocurrió en el campo contrario al efímero Antonio Hernández-Mancha? Carme Chacón, Patxi López o Emiliano García-Page, entre otros, deberán dar una respuesta efectiva al interrogante.