Inmediatamente después de la buena temporada de 2013, la Feria de Turismo de Londres no ha hecho más que mejorar los buenos augurios que se venían produciendo sobre la próxima campaña turística de 2014. De la World Travel Market sólo han llegado datos alentadores y buenas noticias. Los hoteleros regresan a Mallorca con la cartera repleta de reservas y compromisos en firme de inversiones millonarias. Todo se ha visto ampliado y mejorado en términos de rentabilidad.

Se ha logrado asegurar contratos para los próximos 5 años en los mercados inglés, alemán y nórdico. Los touroperadores, estimulados por la competencia, se están afanando en procurar acuerdos a más largo plazo con lo que algunos de los compromisos sellados por la industria mallorquina se extienden hasta los 8 años. Los establecimientos temáticos comienzan a triunfar y la oferta segmentada ha aprendido a hacer el agosto por su cuenta. Este explica que algunas empresas británicas y prácticamente todas las cadenas con matriz en Mallorca, tengan anunciadas nuevas inversiones millonarias, en sus complejos de la isla, a partir del próximo año.

Los hoteleros cierran 2013 con una buena cuenta de resultados. Reconocen en público, como se ha visto con la actitud mantenida en Londres, que la ocupación ha sido altamente satisfactoria durante este verano, pero se vuelven más discretos y moderados en el momento de admitir la evidencia de sus pingües beneficios.

Tal comportamiento se vuelve expresión de una cierta mala conciencia y refugio de remordimientos por parte de quienes se sienten y saben agraciados por los dioses del ocio, pero no han sido capaces, o no han querido, estructurar una industria turística más integradora y válida como motor de arranque de toda la economía mallorquina, con utilidad para hacer extensiva la buena ocupación a la oferta complementaria o ramificarse en actividades que incrementen el atractivo y el potencial turístico de Balears. Siguen sin aflorar propuestas y esfuerzos serios para contrarrestar la estacionalidad. Por eso, por ejemplo, los enormes cruceros que siguen recalando en la bahía de Palma topan ya con comercios cerrados y actividades y servicios menguantes. No hay un planteamiento conjunto frente a la estacionalidad. El atractivo que sigue ejerciendo Mallorca no significa, ni mucho menos, que las cosas vengan regaladas. La isla se beneficia de la inestabilidad que todavía late en el norte de Africa, pero en Londres también ha quedado claro que Grecia, Turquía y Croacia no están de brazos cruzados y se preparan para batir sus propios récords plantando cara a Balears.

Los hoteleros que regresan de la capital británica con voluminosos contratos bajo el brazo son los mismos que se han desvinculado de un Palacio de Congresos que ahora, en una incomprensible actitud, exigen y cuestionan al mismo tiempo. También quienes sólo han mirado al maná de la inversión pública cuando se ha hablado de reconvertir la Playa de Palma. Tampoco se han involucrado en la creación de empleo neto a la par que sus establecimientos colgaban el letrero de completo. Ya no se puede mirar más a otro lado. O al ombligo. El turismo debe tener en Mallorca un claro beneficio económico y una fuerte repercusión social positiva. Con un lustro de buenas perspectivas a la vista ya no quedan excusas para evitarlo o postergar la rentabilidad colectiva de la primera industria.