Gauss fue un genio de las matemáticas y la física, uno de los grandes. Es muy conocida la anécdota en que se desveló su inteligencia. Tenía nueve años cuando Büttner, su maestro, seguramente con ánimo de sestear, propuso a la clase la tarea de sumar los cien primeros números. Gauss, gracias a su mente heurística, en lugar de embarcarse en farragosas sumas „no podía conocer la fórmula de la suma de una progresión aritmética„, "vio" que la suma de las parejas de números simétricos daba siempre 101: 1+100, 2+99,€,50+51. Como se formaban 50 parejas, el resultado era 50x101=5050. Apenas prescrita la tarea contestó el célebre "ligget se" (ya está) para disgusto y posterior sorpresa de Büttner. Una de las innumerables aportaciones de Gauss fue la popularización de la llamada, por este motivo, campana de Gauss, que utilizó en sus trabajos astronómicos, aunque fue descubierta por otro matemático, Moivre. Es un modelo de distribución de probabilidad, una función continua y simétrica cuya gráfica representa el comportamiento de los valores de una población de eventos cuyas variaciones sólo están influenciadas por fenómenos aleatorios. También se llama gráfica de la distribución normal. Se aplica a variables asociadas a fenómenos naturales que siguen el modelo normal, como los caracteres morfológicos (la estatura), fisiológicos (efecto de un fármaco), sociológicos (consumo de un producto), psicológicos (cociente intelectual, grado de adaptación a un medio), errores en la medición de magnitudes. La máxima probabilidad se encuentra en torno a los valores centrales, por eso los llamamos normales; la mínima, en los valores extremos, el eje de abscisas es asintótico con los extremos de la curva.

Con todas las precauciones y salvedades que se quieran, puesto que la educación y la vida en sociedad deforman o desplazan la campana de Gauss -la genética interacciona con el entorno-, si extrapolamos su aplicación al comportamiento humano, podemos elucubrar sobre el mismo con una cierta aproximación. De entrada podemos aplicarnos en refutar determinados tópicos. Por ejemplo aquel que afirma que lo normal es lo natural; que determinadas conductas son contra natura, por ejemplo las sexuales. Hasta hace relativamente poco, la relación homosexual era considerada así. Pues no. Hay que diferenciar lo natural de lo normal. Lo natural es, simplemente, lo que se da en la naturaleza; aunque sea raro. Lo normal es sólo lo que más abunda. Todo lo normal es natural; pero no todo lo natural es normal. Puede aplicarse a las características de la conducta humana que pueden ser condicionadas por una determinada probabilidad fruto de la aleatoriedad de la lotería genética. Por ejemplo, un déficit del neurotransmisor dopamina provoca Parkinson, un exceso puede desencadenar ludopatía, drogadicción e hipersexualidad. Todo ello tiene unas importantes repercusiones en el campo de las normas morales y de las responsabilidades individuales.

Aplicamos o tenemos tendencia a aplicar los estándares de conducta normales al conjunto de la población y a identificar los valores de la mayoría con el bien, cuando en realidad son sólo los más abundantes. La construcción originaria de los valores, también el bien y el mal, el egoísmo y el altruismo, etc., tuvo necesariamente que ver con aquel tipo de conductas que favorecían la supervivencia del grupo o las sociedades originarias. La evolución de la sensibilidad humana, por ejemplo con la compasión introducida por el cristianismo, trastocó el gusto -normal- de los romanos por los espectáculos sangrientos en el coliseo. El desarrollo de la psicología, la fisiología, la biología -la ciencia- ha cambiado nuestra visión antropocéntrica del mundo y nos ha equiparado al resto del mundo animal hasta el punto de ser sensibles a su sufrimiento.

En política, podemos decir que cualquier idea de sociedad uniforme o de sociedad perfecta es una fantasía -peligrosa-. Que determinados valores o posiciones hoy mayoritarios, los normales, pueden, mediante los cambios que toman cuerpo en las revoluciones, convertirse en minoritarios. La ubicación sociológica mayoritaria -en la escala izquierda, derecha- en el centro político no deja de ser otra muestra de la distribución normal, que puede ser alterada por el grado de satisfacción de la sociedad en su conjunto por la gestión de sus gobiernos. En todo caso la campana de Gauss nos confirma en la idea de que el conflicto es inherente a la sociedad humana debido a la diversificación de los valores y no existe ingeniería social capaz de convertir la curva de distribución normal de conductas de la población en otra que agrupe a toda la población en torno a unos valores centrales o normales.

En esas condiciones, las normas, que se establecen para evitar los conflictos de intereses, nunca serán respetadas por todos. Cuando, por ejemplo, no podemos desaparcar el coche porque han situado a otro en doble fila que lo impide, tenemos dos alternativas cuando al cabo de un rato aparece el infractor. Una, callarnos, con lo que reforzamos su conducta incívica; puede transgredir la norma sin sufrir ninguna consecuencia. Otra, reprocharle su conducta, con lo que posibilitamos que se produzca un conflicto, aunque deba asumir que sus actos tienen consecuencias. La conclusión es que en el primer caso generalizamos la posibilidad de conflicto al potenciar la impunidad y que en el segundo la concretamos en un episodio desagradable. La conclusión, se mire como se mire, es que para posibilitar la convivencia no queda más remedio que arriesgarse al conflicto y a lo desagradable. Recuerden el ejemplo de ¡Basta ya! en el País Vasco. Quien no esté dispuesto a ello no tiene derecho a lamentarse del mal funcionamiento social. Está emparentada con dos sentencias. Una, de Aristóteles: "Quien antepone la seguridad a la libertad es justamente un esclavo". Otra, militar romana: "Si vis pacem para bellum". Cosas de la naturaleza humana, de la campana de Gauss.