El juez Castro se ha empeñado en reivindicar que la justicia es igual para todos, pese a las evidencias en contra. Los autos del magistrado sobre el caso Cristina de Borbón son siempre provechosos y pegados a la calle, pero los más resabiados preferimos atender a las resoluciones dictadas por la prensa rosa sobre los Duques de Palma. Embargados de emoción por el embargo judicial de la mitad del palacete de Pedralbes, nos preguntamos si la porción retenida incluye los cuartos de baño, lo cual obligaría a importunar a los palacetes vecinos en caso de necesidad. O si el desalojo afecta a la biblioteca, sin duda la habitación más fatigada por Ignacio Urdangarin.

El embargo alimenta la ficción de unos duques demediados y a punto de limosnear. Sin embargo, al introducirnos en los legajos de la prensa del corazón, los contemplamos esta misma semana sonrientes y elegantísimos, en compañía de Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría y Artur Mas. Este elenco no sólo aporta un número sobrado de cuartos de baños para paliar los efectos negativos del palacete embargado. Cabe imaginar además el mensaje que se envía a los funcionarios empeñados en investigar el regalo de millones públicos a una sociedad de la hija de del Rey.

Qué bien viven los Duques de Palma, les embargan un palacete en Barcelona y ya disponen de otro en Suiza, un paraíso fiscal a tono con su actividad laboral. Cuantas más propiedades privadas pierden, más prebendas públicas acumulan, en una operación de dudosa rentabilidad social. Verbigracia, antes sólo se pagaba la seguridad de la hija del Rey en territorio nacional. Ahora hay que desplazar a funcionarios policiales a Ginebra, para desplegar un dispositivo que envidian los políticos del país helvético. Por no hablar de los viajes, y de la generosidad de un Jefe de Estado que tendrá que condonar un pseudopréstamo millonario cuya procedencia sólo puede estar ligada a su desempeño al frente del país. Ser Duque es un buen negocio, sobre todo si te persigue la justicia.