El éxito es estar vivo, si es lo que se quiere. Vivir es lo único que sucede pero somos un bicho que necesita explicarse, puede fabular y hace relatos. Un relato básico es el que somete al medidor polarizado del éxito y el fracaso económico contable. Ahora triunfa el discurso del éxito del fracaso, de la victoria de la derrota, de la elevación de caerse porque es muy adecuado para una sociedad de autónomos a la que ya hace años se tendía con mil trucos de contratación. Se habla mucho de emprender porque hace falta y se oculta que la necesidad es una de las causas de fracaso. En sus palabrejas: el emprendimiento de éxito lo mueve la oportunidad, no la necesidad. Pero hay millones de personas sin trabajo y el autónomo de hoy es el desempleado de ayer „lo que viene bien a la estadística„ es el ecosistema para el 10% que pueda seguir adelante después de un plazo mediano y, en una país sin crédito, saca a la calle ahorros privados para comprar bienes y servicios, pagar y no pagar y mantener la timba abierta. Ese es el mensaje final: en el juego, unos ganan y otros pierden. Siga probando.

Hacen falta más que ganas y dinero para pasar del paro a abrir un bar o una tienda mona o para convertir el oficio de uno en empresa y más que trabajar muchas horas para mantenerlo abierto. Por eso es necesario tanto discurso del acierto de equivocarse si se sacan conclusiones del error.

Todo mensaje que muestra una contradicción y, para aceptarlo, exige mucha fe contiene un engaño. ¿Cómo va a ser un éxito fracasar? El mensaje del futuro puede estar en lo que ha contado Michele Pfeiffer de su pasado. Con 20 años, recién llegada a Hollywood, estuvo a punto de caer en manos de una secta respiracionista cuyo estilo de vida prescinde de comer y de beber en la fe de que bastan el aire y el sol para tener fuerza vital. Habrá quien crea ese relato después de que varias derrotas le hayan llevado al fracaso.