Sin profundizar demasiado en sesudos teoremas clautsewinianos, podemos convenir que la estrategia es la ciencia o actividad que define el objetivo a conseguir, la táctica es la que se encarga de planificar el método de y para conseguir ese mismo objetivo y, finalmente, la logística es el compendio de todo aquello necesario e imprescindible para llevar adelante lo pretendido por las dos anteriores.

Acogiéndonos a esa triple definición, podemos asegurar que el objetivo estratégico que se desprende del tan traído y llevado Decreto 15/2013, más conocido por TIL, es perfectamente definible, si realmente es ese, con la sola lectura de su artículo tercero, y que en esencia establece que se trata de que los egresados de la enseñanza no universitaria salgan de ella con el conocimiento no solo del castellano y del catalán, sino de un tercera lengua, preferentemente el idioma inglés. Intención loable que seguramente todos los ciudadanos compartimos y aplaudimos con entusiasmo, quizá todavía más tras contemplar olímpicas actuaciones pretendidamente expresadas en la lengua del bardo de Strafford.

Plasmado el "qué", se echa en falta en aquel decreto la mención a las otras dos ramas de la lógica y práctica militares; la táctica, es decir cómo y de qué forma se van a llevar adelante los objetivos estratégicos tan nítidamente propuestos, aun cuando ese "cómo" aparece casi de pasada en el artículo 19 de aquel texto, aludiéndose a un proyecto o borrador del mismo; pero sobre todo resuena con vigor la ausencia de predicado logístico, es decir con qué medios se va a contar para que se llegue a ese triunfo del conocimiento, sobre y en tres lenguas, de todos nuestros escolares.

En ocasiones la política acerca formas negociar los asuntos de la res pública que, aun cuando parten de posiciones aparentemente contrapuestas, suelen acudir a soluciones sumamente similares. Los que gobiernan la comunidad autónoma catalana quiere ser europeos sin ser españoles, los de contraria cuerda política que aquí mandan quieren que seamos trilingües sin haber llegado a ser bilingües. Un pequeño apunte para mayor claridad: la Constitución española establece la oficialidad de la lengua española y el deber de todo ciudadano de conocerla, y en ese mismo precepto, en su punto segundo, establece que las demás lenguas españolas serán también oficiales en sus comunidades autónomas, entonces si tal es, igual deber tienen los ciudadanos de Balears de conocer ambas lenguas, porque claro, si debe respetarse la Constitución, que se respete toda ella, y no solo lo conveniente.

Precisamente por lo anterior es lógico entender que ser bilingüe, en esencia, significa que todos y cada uno de los que son residentes en esta comunidad o los que por lo menos se llaman baleares, todos, hablen, lean, escriban y puedan expresarse a la perfección, o por lo menos con la necesaria corrección, en esas dos lenguas que nuestro estatuto denomina oficiales sin que lo sean socialmente. Si ello es así será obvio considerar que en cuanto a nuestros estudiantes, sería un mal planteamiento estratégico querer conseguir un segundo objetivo (el dominio sobre tres lenguas) sin haber todavía logrado el objetivo precedente anterior imprescindible (el dominio sobre dos).

Y que pasa con el "con qué"; Napoleón, de cuyas dotes para estos asuntos espero que nadie dude, decía que un ejército camina sobre su estómago, esto es la logística, los medios necesarios. Ninguna observación se vislumbra en el decreto de forma seria y razonada en cuanto a esos medios, en cuanto a cuestiones básicas, como por ejemplo con cuántos profesores, los que van a tener que poner en marcha el TIL, se cuenta con la mínima capacidad deseable para algo tan importante como impartir clases en inglés y que dichas clases cumplan con su objeto primario, la comprensión de la asignatura así explicada por parte de los alumnos.

Eso sin contar con que, además, los estrategas de ese plan maestro, que a la vez se denomina a sí mismos paladines de la igualdad, olvidan circunstancias determinantes, como puede ser la discriminación que se produciría en asignaturas que pretendan ser enseñadas en inglés, entre alumnos, digamos normales, y aquellos que por paternidad o maternidad, tienen ya el inglés como segunda o incluso primera lengua, hecho este nada extraño en nuestra sociedad.

Por no decir que al parecer y tal como indica el decreto, se les exige a los docentes un nivel B2 en la lengua en la que deben intentar explicar el temario asignado; lo cual es una insensatez, puesto que seguro que ninguno de nuestros programáticos decretistas admitiría que un docente explicara, por ejemplo religión o literatura con un nivel B2 de castellano; es decir otra discriminación más, puesto que a unos profesores se les exigirá un nivel B2 de inglés a otros un nivel superior de catalán, y a otros ni tan siquiera se les exigirá nivel de castellano.

En fin, y para no extendernos, que como enseña la sabiduría popular, de pueblo no de partido, no es aconsejable empezar una casa por el tejado. Claro que es deseable que nuestros estudiantes terminen su enseñanza no universitaria sabiendo y conociendo no solo sus dos lenguas oficiales sino también una tercera y si me apuran una cuarta lengua extranjera; opinar lo contrario en una comunidad como la nuestra, eminentemente volcada en ese monocultivo que es el turismo, sería tan absurdo como pretender que los maestros y profesores, que se esfuerzan infinito en que sus alumnos consigan un adecuado nivel de aprendizaje de las materias que imparten, en las lenguas que les son propias, alcancen tan siquiera ese mismo nivel mediante explicaciones en una legua extranjera y que no dominan lo suficiente, salvo las excepciones de rigor, para tal menester.

Desde un análisis serio en cuanto a aquellos tres elementos señalados y su aplicación práctica, no cabe dudad de que quienes han planificado el famoso TIL, conforman un lamentable Estado Mayor, cuyos miembros han establecido un objetivo, no sé si verdadero o camuflado, incluso fijando fecha para el inicio de la batalla, pero dejando la ejecución del operativo a las unidades de campo, profesores, maestros, institutos y colegios, pero sin hacer planes concretos ningunos en cuanto al "cómo", y mucho menos sin prever y proveer el "con qué", y aún, por añadidura, olvidando otra máxima de la sabiduría militar: no debes dispersar alocadamente tus fuerzas.

En conclusión; debería considerarse que sin establecer de forma previa, razonada y ponderada, el "cómo" y el "con qué", el contenido de los restantes veintiséis artículos del Decreto, bien que estableciendo un objetivo claro y definido, son tan inanes e inoperantes en la realidad, como esas banderitas que sobre los mapas desplazan y colocan con expresión circunspecta los estrategas de café. Para este viaje sí hacían falta alforjas.