Hay mucha gente que no desea ver las pérdidas de los grandes partidos rebotar en beneficio de los pequeños. Un parlamento atomizado, en el que todos pueden neutralizarse a fuerza de alianzas interesadas y efímeras, es ineficaz y tan solo puede inspira desconfianza. Los "partidos viejos", como Rosa Díaz llama a los grandes, lo son más en las viejas democracias que en otras recientes, como la española. Pero por algo son los mismos en todas ellas, y sus aciertos o errores determinan la alternancia sin vuelcos sistémicos. El irrenunciable respeto a las minorías no implica que puedan ni deban obrar como mayorías de hecho. Su participación en el poder dependerá de la necesidad de bisagras para los grandes, pero siempre como segundas marcas. De lo contrario perdería todo sentido el concepto de mayorías y minorías y el del propio sistema.

Esta realidad puede gustar o no, pero su imperfección es una entre las muchas del parlamentarismo democrático. Así lo ha visto un grupo de españoles "comprometidos con la izquierda" que ofrece su colaboración al próximo concilio reformista del PSOE sin perjuicio de que su trayectoria los haya situado lejos de la praxis socialista, e incluso significado como críticos severos. El reagrupamiento de una socialdemocracia española es condición indispensable para el rescate de la sociedad del bienestar, desmantelada por la derecha con falsas ecuaciones sobre la imposibilidad de sostenerla. Esos análisis interesados cambian cuando cambia el signo del partido o partidos en el poder, siempre que esté suficientemente respaldado por la inteligencia socialdemocrática del país, sin oscilaciones instigadas por las fuerzas conservadoras, como está ocurriendo en Francia.

Son muy importantes los rescates posibles con un gobierno que ponga al ciudadano por encima del sistema financiero, aunque los pasados de rosca, que siempre están de vuelta, se sonrían con estas "ingenuidades". El juez Garzón, la viuda de Saramago y el rector de la Complutense, entre otros, ofrecen al PSOE una cooperación que, por razones comprensibles, no han querido dirigir a las minorías de izquierda en expectativa de crecimiento. Brevemente, han elegido la opción del partido grande, la opción de gobierno aunque no sea ideal. La pregunta es ahora si el PSOE va a cerrarse sobre sí mismo en la transformación profunda que debatirá el próximo fin de semana, o sabrá integrar un acercamiento que puede multiplicarse en todo el país, porque la salida socialdemócrata es la única en condiciones de reagrupar la inteligencia progresista.