La transmutación del PSM en Més es una operación inteligente, además de bien desarrollada, que tal vez le reporte unos réditos electorales insospechados. Los dirigentes del PSM, tradicionalmente pusilánimes y siempre aferrados tanto a sus siglas como al exiguo caladero electoral que han venido explotando, se han percatado de la extraordinaria mutación que en España se opera en las preferencias políticas de los ciudadanos. Han percibido correctamente que sus siglas, tan desgastadas como las del PSOE, no eran las adecuadas para intentar llegar más allá de los cinco o seis diputados que, elección tras elección, han situado en la Cámara legislativa balear. Han sido la necesaria muleta del PSOE. Nunca han dispuesto de la proyección necesaria para ir más allá. Al darse cuenta de que el sistema de partidos español está en riesgo de implosión han optado, dejando de lado su acreditado conservadurismo, por arriesgarse constituyendo un nuevo partido que probablemente dispondrá de la posibilidad de situarse a la par o por encima del PSOE, el viejo sueño acariciado desde que, el 15 de junio de 1977, en las elecciones a Cortes Constituyentes, se dieron el primer batacazo de los muchos padecidos. Entonces, la siglas eran PSI, Partit Socialista de les Illes.

En Més se han dado cita los irredentos pesemeros de siempre; los que se escindieron del tronco común pasando a denominarse Entesa y otra escisión de Izquierda Unida, la denominada Iniciativa, a la que hay que sumar a los siempre testimoniales ecologistas de los Verdes. Aguardan que ERC también se incorpore, cosa que parece probable. Més será pues un partido nítidamente soberanista, independentista, y sin disimulo situado en la izquierda. Por primera vez habrá un solo partido a la izquierda del desvencijado PSOE balear, incapaz por ahora de liquidar a su vieja y enmohecida dirección.

Si se observa lo que está sucediendo en Cataluña, se convendrá que Més tiene la oportunidad de conseguir sus objetivos: el desplome que en el Principado padecen los partidos tradicionales es espectacular. La última encuesta conocida, publicada por El Periódico, da unas pérdidas descomunales para CIU, que sigue sin poder cerrar su hemorragia, al caer hasta poco más de treinta diputados de los cincuenta actuales; PSC y PP quedan simplemente noqueados, en fuera de juego, al perder seis diputados cada uno y instalarse en el furgón de cola: son la antepenúltima, los socialistas, y la penúltima, los populares, formaciones políticas en las preferencias de los catalanes. Por detrás únicamente quedan los antisistema de la CUP. El ascenso de Ciutadans es impresionante, ya tercera fuerza, por detrás de ERC, la primera, que bate ampliamente a CiU, la coalición de la derecha nacionalista. También Iniciativa per Catalunya sobrepasa a PSC y PP. Los dos partidos estatales son brutalmente jibarizados por la irresistible ascensión de Ciutadans, que ahora se expande a toda España denominándose Movimiento Ciudadano.

Més se presentará a las elecciones de mayo de 2015 con las mejores opciones de la historia del nacionalismo de izquierdas. Debería redondear su avispada estrategia presentando un candidato nuevo, distinto a los que siempre han encabezado las listas electorales. Si la dirección del partido se atreve a dar ese paso, si sitúan en cabeza a alguien nuevo, la cosecha electoral será abundante.

Mallorca no es Cataluña. Aquí la hegemonía del PP nadie la discute y no hay síntomas de que vaya a suceder en un futuro previsible. Lo que sí es factible que se dé es una importante pérdida en votos y escaños de los populares, muy por debajo de la mayoría absoluta, y una merma no menos sensible del PSOE. Los socialistas, al igual que en Cataluña, se han desubicado, al tiempo que padecen la inanidad de la dirección nacional, que sigue sin darse cuenta de que no se le perdonará ni ahora ni después las cuentas que han dejado pendientes. El radical cambio que necesita el partido socialista no lo llevará a cabo el equipo de Rubalcaba; tampoco en Balears será protagonizado por el de Armengol. Més lo sabe, conoce perfectamente el grado de debilidad que aqueja al PSOE y atisba que arrumbando sus viejas siglas, agrupándose en el nuevo partido, dispondrán de la oportunidad que siempre se les ha negado de penetrar con fuerza en las bolsas electorales que han tenido vedadas.

El fenómeno desatado en el sector educativo, no tanto la huelga como los cien mil manifestantes que salieron a la calle, va mucho más allá de la mera protesta contra una ley del Ejecutivo balear o en defensa del catalán, sino que se adentra con fuerza en un espacio nuevo que solo beneficia a Més. En él, el PSOE nada tiene que hacer, porque se le percibe como un partido plenamente instalado en el sistema y que, además, actúa erráticamente, lo que a diario certifica el PSC; no así a Més, que ha intuido que lo que sucede abre amplios márgenes de maniobra para su proyecto. Las cien mil personas que salieron a las calles de Palma, la considerable clase media que decidió abonar la protesta, es un dato que corrobora hacia dónde se decanta un porcentaje importante de quienes en la primavera de 2015 irán a votar. Ahí les aguarda Més ofreciendo una mercancía que será la de siempre, pero que se presenta como un producto nuevo y potencialmente atractivo para los que se han hartado de esperar el cambio en la otra supuesta izquierda. La de siempre.