El escándalo es mayúsculo y los europeos hacen bien en estar muy irritados porque se ha hecho público lo que todo el mundo sospechaba, que los servicios de inteligencia norteamericanos han estado espiando a mansalva en casa de los amigos y aliados del viejo continente aunque también han espiado en los demás, que en esto los americanos son muy igualitarios y democráticos. Los norteamericanos aparentan estar muy corridos tras estas revelaciones y balbucean excusas como que tienen obligación de defender a sus conciudadanos (que tampoco se libran de ser escuchados), todo el mundo hace lo mismo (aunque no a la escala americana), que lo que hacen es necesario para una lucha eficaz contra el terrorismo y el crimen organizado y que de sus descubrimientos se benefician también a los europeos, que gracias a ellos el mundo es más seguro y otras lindezas parecidas. Lo que no dicen es que no lo harán más.

Los americanos tienen razón en que su objetivo principal es la lucha contra los delincuentes, lo que pasa es que se han pasado varios pueblos y han espiado también las comunicaciones y conversaciones privadas de los líderes de Europa y sus estrategias comerciales o empresariales, que para mayor inri son aliados en la OTAN. Y esto en un momento en que estamos negociando un macro acuerdo entre la UE y los EEUU sobre la liberalización del comercio y las inversiones (Partenariado Trasatlántico sobre Comercio e Inversión) que puede suponer ventajas en torno a los 200.000 millones de euros para las economías atlánticas y donde, en consecuencia, nos jugamos todos los cuartos y conocer las líneas rojas o los objetivos irrenunciables de la otra parte ofrece innegables ventajas negociadoras. Eso es más proprio de tahúres del Mississippi que de amigos y aliados.

Es cierto que luego los americanos son bastante generosos al compartir con los europeos parte de la información que recogen, lo que es un instrumento de gran utilidad en la lucha común contra el terrorismo o el crimen organizado, desde tráfico de drogas a blanqueo de capitales. Muchas operaciones no podrían llevarse a cabo sin las informaciones que Washington pone a disposición de sus aliados.

También tienen razón los americanos al decir que quien más quien menos todo el mundo espía lo que puede, que es más bien poco en comparación con los descomunales medios de las dieciséis agencias de inteligencia de lis EEUU y, muy en particular, de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional), que solo en un mes a principios de este año interceptó más de 70 millones de comunicaciones en Francia. No quiere decir que luego lo escuchen todo, pero sí que lo recogen...por si acaso. Hace muchos años los rusos negaban haber derribado un avión sobre Kamchatka hasta que la NSA rebobinó un par de meses sus archivos y acabó encontrando las órdenes rusas, transmitidas por radio, para derribar el avión. Cuando el embajador americano hizo escuchar la cinta al Consejo de Seguridad, al ruso se le debieron poner coloradas hasta las raíces del cabello. Aunque los europeos también espíen, ni en capacidad ni en tecnología pueden hacer nada parecido a las violaciones masivas de los americanos. Seducir a gran escala solo lo podían hacer Don Juan Tenorio o Casanova.

Cuando Snowden pidió asilo en Rusia dijo que no haría revelaciones dañinas para los EEUU. Mintió. Ya ha contado cosas que han molestado mucho en Brasil, M?xico, Francia, Alemania y anuncia otras revelaciones que afectarán a otros países entre los que es muy probable que aparezca también España, para alivio de Rajoy que se ha apresurado a convocar al embajador americano de una forma bastante ridícula pues tanto él como García-Margallo han confesado no tener pruebas de haber sido espiados aunque deben confiar en recibirlas, como si temieran que los americanos no tomaran en consideración a nuestro presidente y hubieran decidido no espiarle como a Merkel o a Hollande. Lo que nunca haría Rajoy es lo que hizo Rousseff, cancelar una visita a Obama en la Casa Blanca, algo que lleva esperando desde que tomó posesión como presidente y que todavía no tiene fecha. En estos momentos de indignación generalizada se multiplican las iniciativas para controlar tanto fisgoneo: Brasil propone un foro mundial para vigilar internet mientras 21 países liderados han presentado un proyecto de resolución en la ONU para revisar procedimientos, prácticas y legislación y para establecer mecanismos independientes de supervisión (como si los servicios de inteligencia se fueran a dejar supervisar por instancias internacionales) y el reciente Consejo Europeo ha mostrado una vez más divisiones en su seno con resultado es impotencia y frustración pues se limita a decir que lo que pasa puede perjudicar a la lucha antiterrorista. Por su parte, el Parlamento Europeo, que dispara con pólvora del Rey, propone limitar los datos que Google o Facebook pueden recoger en Europa y suspender el programa SWIFT de intercambio de datos sobre transacciones financieras que es un instrumento muy importante en la lucha contra el terrorismo.

Los ingleses, que también espían todo lo que pueden (recuerden la Cumbre del G-8 en Stormont) están significativamente callados y los americanos se miran la punta de los zapatos, proponen cambiar algunas normas y en especial la Patriot Act que dio poderes excepcionales al presidente tras el 11-S (sin garantías de que el Congreso esté por la labor) y confían en que pronto pase la tormenta y puedan seguir espiando como si nada, que es lo que sucederá.