Tuve que releerla para confirmar que la noticia no era una intrusión del ingenio de El Mundo Today en las páginas de la Part forana. Efectivamente, cómo hacer aviones de papel en Porto Petro con la ayuda de un monitor no era una noticia inventada. De los gestos más insignificantes podemos extraer a menudo conclusiones de mayor importancia: tirar un papel al suelo denota algo más que el hecho en sí, por ejemplo, siglos de un celtibérico e intensivo cultivo del incivismo.

Observando la decena de niños monitorizados en correcta posición de lanzamiento que aparecen en la foto me pregunté qué demonios estamos haciendo con nuestros niños ¿realmente se necesita un monitor para hacer aviones de papel? ¿saben estos niños que, con los riesgos inherentes, también pueden tener iniciativa vital sin el ratón del ordenador en la mano? Acaso el problema sean los riesgos, el pavor a los riesgos.

No resultó fácil reprimir la carcajada al imaginar un hipotético monitor intentando organizarnos la vida en pandilla „¿siguen existiendo las pandillas?„ de nuestros larguísmos veranos en Sometimes. Sí, en Sometimes, esa urbanización de la Playa de Palma donde la cutrez del nuevoriquismo hotelero clava y reclava nuevas placas en las esquinas, mientras los responsables de la cosa callejera son incapaces de ver que Arenas de Bilbao sigue siendo el auténtico nombre de la calle, el de toda la vida.

A lo que iba. Cierto que en aquella época sólo nos colgábamos de la tele gris para ver la llegada del hombre a la luna o la emisión mundial del All you need is love de los Beatles. Porque el resto del día era un constante ir venir en bicicleta ¡sin casco!, de juegos de policías y ladrones en los pinares, construyendo cabañas de refugios inconfesables, cazando pájaros con escopetas de aire comprimido, pescando pulpos y mabres, haciendo la vida imposible al pobre polero, organizando unas fiestas memorables o ensarzándonos en unas no menos memorables batallas de piedras. Por no hablar de la fabricación de artefactos explosivos en botes de Nesquick (sin grumos, por favor) o pispando helados en el colmado. Raro era el día que de regreso a casa no teníamos que echar mano de nuestra inventiva para justificar los destrozos epidérmicos y en vestimentas.

Hoy, supongo que para construir una cabaña con ramaje, extraer copiñas de la orilla, pescar con suret y ya no digamos experimentar con la mezcla de azufre, carbón y nitrato de potasio, se requieren, además de una legión de monitores, los pertinentes permisos e inspecciones de los responsables de ayuntamientos y consellerias correspondientes. ¡Ah!, y por supuesto, lo que bajo ningún concepto podría faltar es la atención psicológica permanente para evitar que el gordito o el tartaja de turno sufran traumas irreversibles a causa de las burlas.

Dentro de medio siglo, alguien de Porto Petro quizás rememore sus apasionantes veranos aprendiendo a realizar correctamente aviones de papel y a que volaran lo más alto y lejos posible... con monitor, claro. Y así sucesivamente, generación tras generación, protección sobre protección, se supone que vamos evolucionando, monitorizados y sin riesgos.