Cuando el PP necesita hacer el ridículo con estrépito, suelta al pundonoroso y sudoroso Vicente Martínez-Pujalte. El último discurso -llamémoslo así- de su eminencia establece que "algunas veces da la impresión de que en Mallorca cuando ya no hay papeles para filtrar, se filtran incluso las intenciones del juez". Pasemos por alto la sintaxis cantinflesca, y dejemos que los magistrados defiendan a sus magistrados. Nos preocupa aquí la indefensa Mallorca, introducida de refilón porque nunca está de más abofetear a nuestro rudo pueblo. Ya se sabe que en Madrid no hay filtraciones. Entendemos que el portavoz de economía del PP necesite saldar con la isla su frustración de político fracasado, que se quedó sin el ministerio por el que tanto había vociferado y cuya insignificancia se mide en que ni siquiera aparece en los cuadernos de Bárcenas. Ahora bien, dado que el diputado habla en nuestro nombre y con nuestro dinero, además de ser un visitante asiduo, tenemos derecho a replicarle. Olvídenos, señor Pujalte.

El castizo Pujalte no desprecia todo lo que ocurre en Mallorca. Agasajó a Jaume Matas en Madrid, mientras cargos decentes de su partido como Basagoiti llamaban "chorizo" al hoy delincuente. Le acompañaba en el ágape la inmaculada María Salom de España, campeona en la lucha contra la corrupción. Y como los nativos somos generosos con quienes nos fustigan, el Bauzá que aspiraba a ministro sacrificó la secretaría de Estado de Turismo con sello mallorquín para concederla a la esposa de Pujalte, de sobrada incapacidad para el puesto. La pareja se casó en Mallorca.

A propósito, un día me encontraba en una sauna con Eduardo Zaplana y María Salom -mejor no pregunten-. El ministro de Aznar retrató a Pujalte en términos vedados a un artículo que no sólo van a leer los niños. En una versión muy descafeinada, tachó a su correligionario de exhibicionista que se muere por mordisquear un micrófono, y dispuesto a defender argumentos inverosímiles con tal de aparecer en los medios. Acaba de lograrlo.