Cuesta escribir este artículo sin utilizar el adjetivo imbécil, por lo que indultaremos graciosamente a sus destinatarios, pero a cambio de requerir del lector que espolvoree el calificativo a discreción a lo largo del texto. Quede claro que el apelativo no debe limitarse al protagonista con priapismo de la pieza, porque se hace extensivo a la ciudad que todavía hoy le permite ennoblecerse con el nombre que ensucia. Por no hablar de la familia política que encubre sus manejos corruptos. Tras años de preguntarnos qué le vio la Infanta Cristina al presunto delincuente Urdangarin, el correo electrónico en que firma como "Duque em...Palma...do" nos aclara que entró en la Familia Real porque estaba a la altura del ingenio reinante en La Zarzuela. De hecho, el destinatario de la perspicaz denominación era el secretario de las Infantas y asesor de Urdangarin. Este sujeto seguramente felicitó la comicidad del saqueador de Balears, y todavía no ha emitido un comunicado disculpándose con la localidad a la que insultó por su pasividad.

Al firmar como Duque emPalmado en sus escritos a La Zarzuela, el cada vez menos presunto y más corrupto Urdangarin demuestra el escaso respeto que siente por su Familia Real. El título de emPalmado, con el que confiesa su actitud fisiológica, le fue otorgado por el Rey. Algunos palmesanos preferiríamos que lo nombrara Duque de La Zarzuela, para que improvise chascarrillos de penes con la denominación palaciega. El Código Penal mantiene las anacrónicas injurias a la Corona, pero no precisa cómo actuar cuando la Corona se insulta a sí misma, o cuando los familiares íntimos del Rey insultan a sus ciudadanos.

A pesar de este artículo, la anécdota del Duque de Viagra no es baladí. Desnuda el nulo peso del Rey en el concierto de su propia Casa, trasladen su insignificancia familiar a su rol estatal. Si hasta el yerno del Jefe del Estado se permite burlas sobre su suegro, en connivencia con el secretario de las Infantas, la peliaguda situación española es más fácil de entender. Urdangarin se autodestruye sin necesidad de chantajistas y, dado que Cort no se atreve a retirarle la calle dedicada, que le ajuste como mínimo la denominación. Rambla de los Duques de Viagra