Se ha modificado el formato por necesidad. Pese a que los convocantes se empeñan en mantener los patrones de siempre, queda confirmado que las protestas laborales adquieren otra dinámica, otro comportamiento, porque los tiempos son tan difíciles que logran encorsetarlas y trastocar su potencial de expresión. Se vio claro ya en la convocatoria del 29 de marzo y se reafirmó en la de ayer. La precariedad es tal, que hasta huelga general se ha convertido en un lujo para los trabajadores que necesitan de ella. Esto quiere decir que el modo de hacer las cosas, pese a la perseverancia de los esquemas oficiales, se adapta a la realidad y explica que la huelga de ayer tuviera un escaso seguimiento en cuanto a paro en los centros de trabajo y transmitiera un mensaje diáfano en la manifestación de la tarde. La gente siente la necesidad de hacer huelga pero apenas le queda ánimo y fuerza para seguirla. O no se puede permitir el recorte de nómina sobre recortes anteriores que supone secundar la jornada de paro.

Por supuesto, existen las batallas de cifras de siempre. Más acentuadas si cabe. Los sindicatos hacen el balance de un respaldo de un 71% y el Govern lo deja en el 12,6. El balance más peyorativo está en las incidencias de Palma que ocasionaron heridas a cinco policías y la detención de dos manifestantes. La huelga tuvo escaso seguimiento en sanidad, respaldos desiguales en las administraciones públicas y el transporte no topó con dificultades especiales. En el aeropuerto tuvieron que suspenderse una treintena de vuelos y, en términos generales, se cumplieron los servicios mínimos. Habrá que tener en cuenta también que esta convocatoria llegó a Balears con la temporada turística cerrada y por tanto en un momento en que su campo de acción está más limitado que en otra época del año, dado el peso del sector hotelero y de los servicios complementarios.

Una de las singularidades de la jornada estuvo en el sector del comercio que tiene afrenta específica con el Govern. Pimeco respaldo la huelga, al menos por boca de su presidente y Afedeco mantuvo la postura contraria. De todos modos, los datos determinantes desembocaron por la tarde en la impresionante manifestación en las calles de Palma. El malestar por los recortes, la precariedad laboral y en definitiva, la política económica de Rajoy y Bauzá, resultan patentes y el mensaje está claro, pero no se perciben cambios de tendencia entre los gobernantes.

La alta proporción de las oleadas de manifestantes se reprodujo en toda España. En Mallorca, la policía reconoció ya de entrada el éxito de la manifestación dejando claro que superaba sin paliativos la del 29M. Sin llegar a los 60.000 manifestantes apuntados por los sindicatos, las fuentes policiales admitieron sin embargo que superaban los 40.000. Es un clamor que, dado su volumen, tendrá ecos sucesivos. A él se aferrarán los sindicatos, otros colectivos sociales y la oposición de izquierdas. Algo tendrá que hacer el Gobierno más allá de la comprensión manifestada ayer por el ministro De Guindos, aún sin apearse del criterio de que la senda de los sacrificios aplicados es la única posible. Se ha abierto una brecha que debe ser administrada y cerrada a conciencia antes de que derive en índices de conflictividad, no sólo laboral, sino de un previsible espectro social mucho más amplio.