Es lógico que Oriol Pujol, hijo del expresidente de La Generalitat y actual secretario general de CDC, esté nervioso dadas las acusaciones de posible connivencia con oscuros episodios de corrupción, pero ello no debería llevarle a decir insensateces como que "el gran problema para negociar es que enfrente no tenemos al Príncipe Felipe, tenemos a Juan Carlos I, que ya ha tomado partido".

Ni el Rey ni su heredero tiene papel político alguno en esta disputa, pero al monarca sí le concierne en este momento personificar la Constitución, que garantiza a todos -también a los catalanes- la vigencia del principio democrático y la existencia de un estado de derecho en que las normas vigentes son vinculantes.

Es una necedad invocar al Rey en la querella pero lo es todavía más tratar de enfrentar al Rey con el Príncipe. El conflicto ha de resolverse entre todos, con la conciencia de que ni el resto del Estado puede imponerse a Cataluña ni Cataluña puede declarar una secesión unilateral. De cualquier modo, no hay magia en la disputa ni los arcanos nacionalistas pueden sobreponerse a la racionalidad. La Corona podrá lubrificar e influir, pero no tiene sentido meterla en medio de la contienda.