Ya estamos saliendo de la crisis. O, en su variante más comedida, hay signos que indican que existen unos primeros brotes verdes. Ni lo uno ni lo otro. Son muchos los políticos, de uno y otro lado del arco parlamentario que han caído en la misma trampa. O, mejor dicho, han intentado que nosotros nos tragásemos el anzuelo. Incluso el rey Juan Carlos no se ha librado de pecar en este caso. En la era digital, la hemeroteca es más sabia que nunca. Incluso tiene un plus de crueldad. Y el recurso del engaño „sea o no con maldad„ queda en evidencia. Me explico.

El 8 de enero de 2009, el entonces ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, afirmó en RNE que "de ninguna manera llegaremos a los cuatro millones de parados". Antes de la debacle socialista con José Luis Rodríguez Zapatero ejerciendo (¿?) de presidente del Gobierno se superó con creces dicha cifra. A su sucesora en el cargo no le van mejor las cosas. Tres años y medio después cae en el mismo error. Utilizando el mismo recurso de defensa. La actual ministra de Empleo (aunque para algunos lo es del desempleo), Fátima Báñez, argumentó el pasado 29 de octubre que "estamos viendo ya señales esperanzadoras en un entorno de crisis económica muy dura". Los famosos brotes verdes también la han dejado en entredicho. Atendiendo a las últimas cifras del paro, más que de brotes verdes debemos estar ante unos bonsáis que, como marca su naturaleza, no han crecido ni un ápice.

El 5 de noviembre de 2011 se hacen públicos los datos de otra catástrofe. El número de desempleados en el estado español sube en 128.242 personas (un 2,7% respecto al mes de octubre). Y la cifra global llega a los 4.833.521 desempleados. A este paso, seguramente Báñez será más prudente que Corbacho y no osará decir que "de ninguna manera llegaremos a los cinco millones de parados". De hecho, según datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), estaríamos ya cerca de los 6 millones. Casi cada uno de cada cuatro trabajadores estaría en el paro. Lo pongo en condicional por el efecto de la economía sumergida. Todo el mundo la conoce, pero nadie la reconoce. Otro subterfugio.

Teniendo en cuenta estas cifras nada halagüeñas, y bajo las cuales se esconden 1,6 millones de casas con todos sus miembros sin trabajo, es evidente que, en toda empresa, hay un departamento que anda desbordado. El de recursos humanos. En algunas ocasiones, no obstante, y dejando de lado su nombre, dicho brazo empresarial se ha metamorfoseado en el departamento de los recursos inhumanos. En este caso, parece que su libro de cabecera es aquel Príncipe de Maquiavelo para el que el fin justificaba los medios. La táctica puede llegar a ser rocambolesca.

Les pongo un par de ejemplos recientes, y totalmente verídicos. Una importante empresa del estado español ha prescindido de una serie de trabajadores recientemente, justificando la medida en base a la reestructuración interna y a la no consecución de los objetivos de negocio. Como muchas otras. Ambos empleados, que ya han pasado a ser dos números más en las cifras del paro, llevaban más de 20 años en dicha compañía. A los dos los llamaron a última hora de una jornada laboral para que al día siguiente acudieran a Madrid, sede de la multinacional. La táctica, dos excusas diferentes. A uno le citaron para una reunión de última hora. A la otra, para recoger un premio por los buenos resultados alcanzados en su área de gestión. Ambos mordieron el anzuelo que, aun siendo real, escondía otro motivo. Mucho más oscuro. Dónde queda la humanidad con estas dos burdas invenciones? No se podría haber desplazado el responsable de turno a la delegación para comunicárselo en persona? Sus más de dos décadas de servicio bien valían un viaje relámpago. Aunque sólo fuera para entregar el finiquito y dar la típica palmadita en la espalda. Para evitar suspicacias, les diré que no conozco personalmente a las dos personas en cuestión. Aun así, no me hubiera gustado estar en su lugar. Obviamente. Y como este par de casos, un sinfín más de ejemplos para llenar miles de artículos.

Por ahora, la reforma laboral aprobada por el Gobierno el pasado mes de febrero por decreto ley, no ha conseguido nada más que engordar un paro que nos sitúa a la cabeza del pelotón europeo. Mejor sería ir en el vagón de cola. Rezagados en este Tour de force. Y ahora resulta que el Tribunal Constitucional ha admitido el recurso contra dicha reforma que, en su día, interpusieron el grupo parlamentario socialista y la Izquierda Plural. Yo, sinceramente, me pierdo entre tanta política del recurso y del echarse las culpas. Lo hacen unos. Responden los otros. Como si se tratara de un partido de tenis. Y nosotros, la población, de juez de silla. Pero sin poder parar el partido ni decir out.

Out. Como se han quedado también los participantes del (no) Maratón de NY. El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, afirmó el pasado martes que el Maratón se celebraría "sí o sí", aun teniendo en cuenta los efectos del huracán Sandy y desoyendo las voces contrarias a la consecución de la prueba. El viernes, con todos los corredores ya en la ciudad de la gran manzana (más de 47.000 participantes de los cinco continentes), argumentó que el Maratón, que siempre había unido a la ciudad, la estaba dividiendo. Había que suspenderlo. Y lo hizo. Algo que no sucedía desde su creación, en 1970. A nadie se le escapa que todos los corredores „y sus acompañantes„ ya estaban en NY, haciendo efectivas sus reservas de hotel y sus gastos en la ciudad de las compras. La máquina registradora seguía a su ritmo. Además, a ninguno de ellos se les devolverán los 425 dolares de la inscripción. En total, casi 20 millones de dolares. Ahí es nada. Otro recurso inhumano, otra artimaña. Como creía el poeta inglés Alexander Pope, "el que dice una mentira no se da cuenta del trabajo que emprende, pues tiene que inventar otras mil para sostener la primera". Errare humanum est. Aunque Séneca no tenía en cuenta la intencionalidad en el engaño.