La semana pasada Francina Armengol definía en IB3 Televisión la España federal que ella defiende, basada en "el respeto, el diálogo, el pacto, y que las comunidades se sientan bien tratadas". De lo cual podemos deducir que el actual estado de las autonomías es un engendro del fascio totalitario que no incluye ninguna de las citadas virtudes federalistas. Antes de semejante exhibición de potencia intelectual y conocimiento descriptivo sobre modelos políticos de descentralización, se había reivindicado a sí misma como la renovación en el PSIB porque es la primera vez que ocupa su secretaría general, otorgando con este criterio posibilidades de éxito a Alfonso Guerra en la carrera por la sucesión de Rubalcaba. Finalmente, criticó con dureza los Presupuestos presentados por el Govern, y aprovechó para explicar su alternativa: mostrar su disconformidad en Madrid con el reparto del déficit y reclamar la deuda y las inversiones estatutarias. Ya la estaba viendo en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, despojándose de esa risa juvenil que levanta pasiones entre una parte de la clase política masculina, haciéndole un puchero terrible con los puños cerrados sobre la mesa al pérfido Montoro, un clon del Sr. Burns, el malvado, avaricioso, rácano y explotador personaje de Los Simpsons. Y Montoro, claro, acojonado ante la insumisa, soltando de inmediato los mil millones de euros que nos debe y elevando nuestro límite de endeudamiento. Cerré los ojos un segundo, y al abrirlos, en la silla de Francina estaba sentado un señor muy serio, con barba poblada y gafas de pasta, que decía: saben aquel que diu, este es un tío que se despeña por un precipicio. Consigue agarrarse a una rama y empieza a gritar pidiendo ayuda. De repente, una voz omnipotente le pide que se suelte, porque descenderá de los cielos un coro de ángeles que lo suspenderá en el aire justo antes de estrellarse contra el suelo. Y el tipo responde: muchísimas gracias, de verdad, ¿pero hay alguien más? El PP en caída libre, casi nueve puntos menos en intención de voto en sólo un año, y el PSOE pidiendo a los ciudadanos que se suelten, que ya mandan ellos los querubines para que nos sujeten. Terminó la entrevista y yo no sabía si reír o llorar, si cortarme las venas o dejármelas largas.

El humor siempre es una válvula de escape, un consuelo para paliar la tristeza, la falta de esperanza o simplemente el aburrimiento. Un poco de luz en medio de tanta negrura. La política en nuestro país comienza a resultar un réquiem de masas diario, y ya sólo nos va quedando refugiarnos en la risa terapeútica. Los de UPyD en Cataluña lo han bordado con el vídeo electoral parodiando a los Monty Phyton en La vida de Brian. Se han reído hasta los independentistas. Les faltó sacar a Mas en éxtasis sobre la cruz y gritando "Yo soy Cataluña, y mi mujer también es Cataluña", tratando de evitar el martirio de todo un pueblo. Pero eso hubiera podido herir sensibilidades, como la corona de espinas de Carod Rovira en Jerusalen. Para hacer humor inteligente no es necesario ofender, ni la mierda perenne de Lorenzo Bravo, ese niño escatológico al que cada vez que le arriman una alcachofa se arranca con el pedo, pis, teta, caca, pito, culo. No hace falta pegar tiros de fogueo en las rodillas de nadie, ni en dianas con el careto del rey. Porque hay cosas que hacen llorar, o que angustian, pero otras sólo la puedes encarar desde el sentido del humor. Por ejemplo, tardar dos meses en echarle un vistazo a un artículo del Tratado de la Unión Europea. O peor aún, pensar que nadie en toda Europa se lo iba a leer.

Con las encuestas empatadas, vimos a Obama y Romney flanqueando en una cena al obispo católico de Nueva York, haciendo chistes sobre sí mismos, utilizando la ironía elegante para flagelar al adversario, y reconociendo virtudes en el oponente a veinte días de las elecciones. Casi como en España, donde hay políticos, y políticas, que en los segundos previos a una intervención en público parece que te van a anunciar un ataque terrorista con ántrax, aunque luego se trate de la firma de un convenio ridículo.

En homenaje al maestro Gila, propongo otro vídeo electoral para tratar de activar de una vez los músculos faciales de la risa en la candidata Sánchez Camacho, que falta le hace: "¿Está el enemigo? Que se ponga. Mariano, ¿eres tú? Que digo yo que cuándo tenéis pensado atacar ¿en diciembre? ¿y no podéis adelantarlo? Es que tenemos elecciones a finales de noviembre y nos vendría mejor que fuera antes, para que se anime un poco la tropa. ¿Y qué pensáis disparar? ¿balas? Vaya por dios, ¿y no podéis tirar con supositorios? Es que he recortado mucho en sanidad esta legislatura".