El president Bauzá ha hecho bandera desde su toma de posesión de la recuperación ética del PP pero, por desgracia, la realidad se empeña en resquebrajar sus mensajes regeneradores. Hay todo un sector del partido que se empecina en no reconocer los errores del pasado, pese al tsunami judicial que se está llevando por delante a casi todos los dirigentes populares de la era Matas, con repercusiones alarmantes en algunos de los actuales líderes políticos. El president mantiene un pulso teóricamente firme, pero dubitativo en los hechos. Se está viendo en el caso Over Marketing, en que se intentan dilatar las resoluciones para ganar tiempo y transmitir que las denuncias no son tan graves como aparentaban. Y también se observa esa actitud en otras cuestiones vinculadas a la manera de ejercer la función pública, que ilustran sobre el modo de hacer del actual Govern y su particular concepción, en ocasiones muy turbia, de la relación entre lo público y lo privado.

Diario de Mallorca desvelaba el jueves, con seguimiento en los días sucesivos, que el conseller de Cultura, Rafael Bosch, y el de Agricultura, Gabriel Company, se habían traslado en diversas ocasiones al parque nacional de Cabrera, sirviéndose de personal y medios públicos, para realizar lo que en los corrillos del propio PP ya se ha bautizado como ´saraos´ privados, consistentes en jornadas de ocio privilegiado, con comidas que incluyen langosta y en las que no falta el champán francés. El conseller Bosch también realizó prácticas de buceo en las muy protegidas aguas de la zona natural de Cabrera.

Tras conocer la difusión de estos hechos, perfectamente contrastados, los protagonistas intentaron primero negarlos, pero ante la evidencia de las informaciones pretendieron escudarse en el pretexto de la supuesta filmación de unos vídeos con fines docentes. Sin embargo, la única filmación que se conoce es la colgada por el portavoz del Govern, el propio Rafael Bosch, en su cuenta particular de Facebook, unas imágenes de aficionado que no reúnen la menor calidad técnica, ni didáctica. Company y Bosch hablan de que recurrieron a medios privados, pero consta la contabilización de horas extras de trabajo por parte de personal del parque mientras ellos se trasladaban a Cabrera o disfrutaban de su "sarao" en la naturaleza virgen y teóricamente protegida.

Ni siquiera han tenido la dignidad, la honradez o la inteligencia, de reconocer los hechos y admitir el error. Era el mejor modo de afrontar una cuestión tan inadmisible como reveladora de los abusos que hacen algunos miembros del Govern con los medios institucionales que gestionan y tienen a su cargo, o del desprecio hacia la ética irrenunciable en la gestión pública en un momento en que desde sus puestos están aplicando políticas de máximo ajuste que afectan a casi todos los sectores ciudadanos. Un Govern que pregona sus penurias económicas, se muestra incapaz de regenerar el mercado laboral o aprueba, uno tras otro, nuevos recortes y tributos a sus administrados, en aras de la liquidez de sus finanzas, no puede protagonizar estos espectáculos impúdicos que solo reflejan una soberbia y un estilo digno del mundo que describió magistralmente Miguel Delibes en "Los santos inocentes". Porque además de los consejeros ha habido particulares que se han aprovechado de su cercanía al poder para comportarse en ese privilegiado entorno natural como los señoritos que rodeaban al entrañable personaje que hizo célebre Paco Rabal con la frase de "Milana bonita".

Rafael Bosch y Gabriel Company han cometido una grave falta de respeto a los ciudadanos y José Ramón Bauzá no puede permanecer callado ante ello. El president sólo ha hablado esta semana en la Word Travel Market de Londres para rebatir a los hoteleros "agredidos" y recordarles su obligación de participar en los sacrificios, incluidos los tributarios, que afectan a toda la ciudadanía. La misma medida debe alcanzar a sus consellers.

Cabrera es un parque nacional y un paraíso natural tan tentador como frágil. Pero bajo ningún concepto puede ser el subarchipiélago de recreo de los miembros de las instituciones públicas y mucho menos de quienes deben velar por su integridad. Lo mínimo sería admitir el error, pedir disculpas y reparar el daño causado, pero somos muy escépticos sobre la posibilidad de un comportamiento en este sentido. Los dos consellers han reaccionado en la dirección opuesta, con una actitud que suma altura a ese muro de enorme distanciamiento y rechazo ciudadano hacia los políticos. Creer que los votantes se van a tragar la excusa de la filmación de un vídeo didáctico es insultar a la inteligencia de los mallorquines y seguir sin entender nada sobre la ola creciente de la indignación popular, incluidos sus votantes.