El lenguaje anglosajón, tan sincrético, es muy aficionado a los acrónimos hasta el punto de que no es fácil leer los titulares de sus periódicos si no está uno familiarizado con la numerosas siglas que los adoban. La DEA es la agencia que lucha contra la droga, la MEFA es la que se ocupa de los desastres naturales, MLK es Martin Luther King y JFK tanto puede referirse al presidente como al aeropuerto neoyorkino. Algunos acrónimos han cruzado los océanos y los entienden en todo el mundo aunque cambie el orden de las siglas como la ONU (que allí se llama UNO), la UE (EU) o la misma OTAN (NATO). Más modestamente también nosotros tenemos nuestros acrónimos como JC (el Rey) o FG (Felipe González), aunque los que verdaderamente disfrutan con las siglas son nuestros militares, que navegan como pez en el agua en la sopa de letras de sus documentos internos.

Ahora se añade un nuevo acrónimo a los ya conocidos: CFK, en referencia a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, oradora castelarina donde las haya y populista hasta las cachas que está llevando hacia no se sabe dónde a ese gran país que es la Argentina. Estremece pensar que hace poco más de un siglo el gran poeta y patriota cubano José Martí se preguntaba cuál sería el país líder en las Américas del siglo XXI y dudaba -en serio- entre Argentina y los Estados Unidos. Ya ven dónde está hoy cada uno.

CFK, heredera política de su marido Néstor, y elegida por amplísima mayoría por segunda vez en 2011, le acaba de dar una sonora bofetada a nuestro gobierno que tanta ilusión está poniendo en la Cumbre Iberoamericana de Cádiz en el año del Bicentenario de aquella Constitución que tantas esperanzas alumbrara y en la que participaron de pleno derecho representantes de Filipinas y de las "provincias americanas", entre las que se encontraba, por cierto, el virreinato del Rio de la Plata. CFK ha decidido no venir a Cádiz alegando motivos de salud que el señor ministro de Asuntos Exteriores ha fingido creer mientras ponía cara de estreñimiento. Ya se sabe que al mal tiempo...

A CFK le están creciendo los enanos en forma de caceroladas multitudinarias que revelan el hartazgo de buena parte de los argentinos con una forma demagógica de gobernar donde la seguridad jurídica brilla por su ausencia y los intereses de las clases medias se erosionan al mismo ritmo que crece una inflación (casi el 30%) cuyos datos el gobierno no tiene empacho en falsear ante la rechifla generalizada. Tras la quiebra de 2001 y el triste episodio del "corralito", la economía ha crecido al 5% durante los últimos años, a tono con el resto del subcontinente, pero los datos de 2012 son peores por culpa de una dirección económica errónea con controles de cambios (el llamado cepo cambiario), expropiaciones e incluso confiscaciones mientras crece el acoso a los medios opositores como Clarín, que denuncian la deriva autoritaria de CFK. Por si fuera poco aumenta también la inseguridad callejera, que es lo que más temen los ciudadanos.

Pocas veces el descrédito internacional de un país ha sido tan grande como es el de Argentina hoy. Un país que no paga sus deudas internacionales, como machaconamente repiten la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) y el Club de París y que ostenta el récord de demandas por impago ante el ICSID (Centro de Arbitraje del Banco Mundial). Así no es extraño que hayan caído las inversiones extranjeras, que los capitales escapen del país y que un fondo de inversión americano, que se siente estafado, haya logrado que un juez de Ghana embargue el buque escuela, la fragata Libertad, con un centenar de cadetes de la Armada Argentina a bordo. Allí están, amarrados al puerto de Accra bajo custodia policial. ¡Qué bochorno!

Las relaciones de CFK con España están también bajo mínimos como consecuencia del acoso que sufren nuestros inversores a quienes las autoridades bonaerenses cambian sin previo aviso las reglas de juego. Como me decía un conocido empresario, no te pueden cambiar el lugar de la portería cuando chutas a gol, así no hay forma de marcar y eso no es juego limpio. La verdad es que muchos argentinos no aceptaron nunca la política de privatizaciones del presidente Menem en la década de los 90 y en especial la venta a inversores extranjeros de las joyas de la corona como eran, entre otras, Aerolíneas Argentinas y la petrolera YPF y no han parado hasta que las han recuperado. La expropiación sin indemnización (confiscación) que ha sufrido Repsol hace solo unos meses es clara muestra del tipo de seguridad jurídica con que se puede encontrar cualquiera que invierta hoy en Argentina. En estas condiciones ¿puede extrañar la caída de la inversión extranjera y el empobrecimiento del país?

La cacerolada masiva del 8 de noviembre en Buenos Aires y otras ciudades del país demuestra un hartazgo con esta forma de gobernar y puede acabar aupando al carismático líder porteño de centro-derecha, Mauricio Macri, al frente de una alianza opositora en las elecciones de 2015 si CFK no rectifica para entonces.