A un ratón, no caigo ahora dónde, le han colocado una ventana de cristal en la barriga. Significa que corres el visillo y accedes a su intimidad intestinal. Si te excitan los movimientos peristálticos y antiperistálticos, ahí tienes un juguete biológico hecho a tu medida. Cuando el ratón es ratona, se le ve el útero también, en el que quizá haya una segunda ventana a través de la cual, en el caso de embarazo, puedas acceder al feto. El invento, en realidad, se ha llevado a cabo para observar el avance de la metástasis de un tumor situado en el colon hacia el hígado. Pero, con independencia de esta finalidad de orden práctico, esa ventana nos abre un horizonte poético. O quizá antipoético, no estamos seguros.

La idea de un vientre de cristal implantado en el cuerpo de un mamífero produce una suerte de ternura piadosa, una lástima infinita, una curiosidad sin límites. Se imagina uno en la confianza de la alcoba, observando cómo se desnuda su amada, valorando la redondez de sus hombros, la gravedad de sus pechos o el tamaño de su cintura, cuando de súbito aparece la ventana de cristal del vientre.

-¿Y eso? - pregunta el amado (o la amada, hay ventanas para los dos sexos).

-¿Eso?- dice ella (o él)- sirve para observar el ritmo de la metástasis.

Suponemos que el cristal será flexible y que funcionará como una piel transparente. Podemos imaginar su tacto, incluso vernos colocando nuestros dedos sobre su superficie con la nostalgia con la que los ponemos sobre el vidrio de la ventana cuando llueve. Se trata, en fin, de un invento portentoso que quizá acabe modificando nuestra percepción del cuerpo y nuestros usos amorosos. Tal vez en el futuro, igual que ahora nos ponemos un pirsin, podamos implantarnos un ojo de buey en el centro mismo del pecho, para que los amantes observen las sístoles y las diástoles de sus corazones acelerados. O en un lado del cráneo, de manera que el compañero de oficina puedan observar los latidos de nuestro cerebro. Yo me lo pondría en la zona del lenguaje, para verme las palabras cuando me miro en el espejo.