¿Es este el verdadero dilema que se esta debatiendo estos días a raíz de la publicación la semana pasada del borrador de la Ley de convivencia escolar y la autoridad de los profesores? Más bien el dilema es otro.

Los verdaderos protagonistas de la educación de los hijos son los padres y la familia. Así en este borrador se dice textualmente que la familia es la primera y principal educadora de los hijos.

Estos últimos años hemos observado como muchos padres han cedido, delegado, dicha potestad a los centros educativos por falta de formación, por comodidad, o por el simple quehacer diario rápido y agobiante de esta sociedad en donde vivimos.

Pero por mucho que cedan sus derechos, los padres siguen siendo los verdaderos protagonistas de la educación de sus hijos. La educación según sus convicciones, como así lo recoge el articulado constitucional.

Cuando la administración, o sea el Estado,o sea el partido político de turno, intenta asumir una tarea que no le corresponde acaba imponiendo una forma de ver las cosas que chocan directamente con el derecho inalienable de la familia a educar.

Los profesores son funcionarios públicos y por ello deben asumir las características de un estado derecho que lo diferencia de los totalitarismos como son la objetividad, la imparcialidad y la neutralidad.

El Estado es subsidiario en el tema de la educación ya que corresponde a los padres dicho quehacer.

Cuando los profesores intentan suplir esa deficiencia, que existe desgraciadamente en nuestra sociedad, están invadiendo un terreno que no les corresponde. Lo que tienen que procurar es animar y formar a los padres, ayudarles para que estos desempeñen su quehacer de la mejor manera.

Cuando estos profesionales, que son muy competentes y se merecen todo nuestro apoyo, intentan suplir esa deficiencia es cuando se rompe el frágil equilibrio y se pierde ese derecho inalienable de la libertad de cátedra para transformarse en adoctrinamiento.

Desgraciadamente los padres debemos otra vez recuperar nuestro puesto imprescindible e indelegable en la educación de nuestros hijos. Además, los profesores y toda la comunidad educativa debe apoyar, alentar y animar a que la familia lleve a cabo uno de sus primordiales quehaceres, la socialización de sus miembros.

Y mientras no sea así, podemos discutir y discrepar sobre la libertad de cátedra o el adoctrinamiento que no llegaremos a ninguna parte perdiendo una nueva oportunidad de mejorar nuestra calidad educativa.

Cuando la sociedad ayude a la familia a desarrollar su papel con respecto a la educación de los hijos evitaremos estériles enfrentamientos y podremos conjugar la libertad de cátedra y el derecho de los padres.