Es sin duda un guiño irónico, como tantos otros en la película, y que habrá pasado inadvertido a muchos, sobre todo los que la hayan visto doblada al castellano.

Pero quienes sigan con alguna regularidad las noticias del mundo en las cadenas de habla inglesa BBC o CNN los habrán reconocido inmediatamente no sólo por sus rostros sino también por sus voces inconfundibles.

Wolf Blitzer, jefe de corresponsales de la emisora estadounidense, y Huw Edwards, popular presentador de la británica, se interpretan a sí mismos leyendo noticias referidas al MI6, el servicio de inteligencia para el que trabaja James Bond, en la nueva entrega de la serie, Skyfall, recién estrenada con enorme alarde publicitario.

Son lo que se llama en la jerga cinematográfica "cameos": breves apariciones en los que alguien normalmente como hacía Hitchcock en sus películas se dobla a sí mismo".

Sin embargo, simbolizan a la perfección lo que ocurre diariamente en los medios audiovisuales: la presentación de la actualidad como simple espectáculo, totalmente descontextualizada, y la consiguiente total confusión entre realidad y ficción hasta el punto de que a muchos espectadores les cuesta cada vez más distinguir ya entre ambas. Lo cual impide a su vez el necesario distanciamiento crítico para actuar sobre la realidad y modificarla.

¿No se vio ya con la primera guerra de Irak, tratada como si fuera un espectáculo pirotécnico o uno de tantos videojuegos? ¿No lo hemos visto también en otras guerras lanzadas con fines supuestamente "humanitarios" y que, pese a la supuesta precisión quirúrgica de las armas empleadas, han sembrado el suelo de los países donde se desarrollaron de decenas de miles de cadáveres y reducido ciudades enteras a cenizas y escombros?

¿Y no vemos, por otro lado, a muchos famosos de Hollywood convertidos en embajadores de buena voluntad de organizaciones multinacionales o viajando a título personal al antes llamado Tercer Mundo y retratándose junto a las víctimas de las hambrunas y otras catástrofes naturales con la misma naturalidad que cuando ruedan en algún escenario exótico, y asumiendo de esa forma el papel que otrora correspondía a políticos y diplomáticos, y, a todo lo que parece, con mucha mayor credibilidad y eficacia que ésos?

Es algo previsto ya con ejemplar clarividencia a finales de la década de los sesenta del pasado siglo por el situacionista francés Guy Debord, cuyo libro La Sociedad del Espectáculo (Ed. Pre-Textos), tiene hoy acaso más actualidad que nunca.