Albert Sánchez Piñol acaba de publicar hace unos días su último libro, "Victus", una monumental novela histórica de 600 páginas ambientada en la Guerra de Sucesión española, que culmina con el éxtasis del asedio de Barcelona en 1714. Sánchez Piñol había escrito hasta ahora ensayo, cuentos, y dos novelas de género fantástico, "La piel fría" y "Pandora en el Congo", con las que alcanzó unas cifras de ventas extraordinarias. Yo devoré ambas de manera tardía gracias a la recomendación del amigo Román, y comprobé porqué es uno de los ejemplos más claros de convivencia pacífica entre calidad literaria y éxito comercial. Sánchez Piñol siempre había escrito en catalán, y es el autor vivo en esta lengua más traducido en el extranjero. "La pell freda" se puede leer en veinticuatro idiomas. Así que la primera sorpresa llegaba al conocer que Sánchez Piñol escribió "Victus" en castellano. Ha declarado que comenzó las primeras cien páginas en catalán, pero, sin saber muy bien el motivo, la novela no arrancaba. Ante semejante osadía, uno estaba preparado para su fusilamiento al amanecer en la Plaza de Cataluña, un tiroteo mediático que ya han sufrido otros autores, grupos musicales, artistas e intelectuales varios que utilizan habitualmente, o se han pasado a la lengua invasora. La lista sería prolija. Sin embargo, excepto exabruptos de tertulia por parte de algún lector decepcionado, no se escucharon los disparos habituales desde los expendedores oficiales de certificados de buen catalán. Mis cejas comenzaron a arquearse.

La siguiente sorpresa fue saber que la versión en lengua catalana estaría disponible al público para Sant Jordi gracias al trabajo siempre brillante de Xavier Pàmies, el traductor al catalán de grandes nombres de la literatura como Eça de Queirós, Lobo Antunes, Dickens, Jane Austen, Salinger, Philip Roth o Paul Auster, entre otros muchos. Un auténtico certificado de calidad. Pero no era suficiente. El nihil obstat definitivo de la intelligentsia catalana a la novela lo otorgaba Joaquim Albareda, catedrático de Historia Moderna en la Universitat Pompeu Fabra y experto investigador sobre la Guerra de Sucesión. El resumen de su tesis es que el conflicto bélico que se inicia en 1701 no fue estrictamente una guerra dinástica, ni tampoco un choque entre nacionalismos, porque esto último no respondería a la realidad de la época. En efecto, teniendo en cuenta que el creador del concepto de estado-nación basado en la voluntad política de sus ciudadanos, Emmanuel Sieyès, vino a este mundo en 1748, esta interpretación sería demasiado grosera incluso para un nacionalista como él. Según Albareda, básicamente se enfrentaron el modelo retrógrado de una monarquía absolutista y el modelo parlamentario catalán, mucho más moderno y democrático. El origen del mito.

´Victus´ está perfectamente documentada, y mezcla con habilidad la ficción y la realidad. Aparecen personajes históricos e inventados, y con todos ellos demuestra de nuevo el autor su maestría en la descripción psicológica de los mismos. Durante toda la novela utiliza un narrador subjetivo, una suerte de pícaro antihéroe que emplea un lenguaje directo y popular que engancha con facilidad al lector. A pesar de las innumerables referencias históricas y una constante descripción de la situación política en la España de aquellos días, Sánchez Piñol consigue mantener una tensión narrativa más que aceptable. El protagonista barcelonés se emborracha, folla y se pelea a menudo, pero queda claro que no es un idiota, ni un inculto, y que conoce minuciosamente el contexto histórico de los hechos que relata. Sin embargo, la "tierra aragonesa" se menciona por primera vez en el libro en la página 289, y la describe "tan yerma como la castellana, pero reino aliado". Hasta entonces sólo leemos sobre la nación catalana, y las fronteras y la guerra entre Cataluña y Castilla. El Reino de Cataluña entra y sale de los capítulos, pero la Corona de Aragón no existe. Sin notarlo, a uno le va quedando claro que la ficción gira en torno a un truhán, una puta, un niño y un enano, pero el resto es fruto de un exhaustivo trabajo de documentación cuasi científico.

´Victus´ ya se está traduciendo al ruso, al alemán, al francés y al holandés. Lo primero que hay que hacer es felicitar al cerebro pensante y reconocer la sutileza del planteamiento subliminal. De las muchas maneras de interpretar o directamente reescribir la historia, esta es mucho más inteligente y efectiva que un mitin de Artur Mas o un plúmbeo ensayo de un catedrático universitario. La lectura de decenas de miles de ejemplares de este libro en el extranjero podrá influir de manera formidable a la hora de formarse una opinión ecuánime sobre el anhelo independentista de los catalanes, aplastados por la cruel bota borbónica desde hace 300 años. Y si me apuran hasta generará sentimientos de culpa en Inglaterra y Austria, por su vil traición a la causa de las libertades catalanas. Como la espantada española en el Sahara.

Sánchez Piñol declara en una entrevista en La Vanguardia que no hay que caer en la trampa de confundir al novelista con el intelectual, y que una novela es una obra de manipulación. Hay que ser justos y agradecerle la sinceridad. Aunque no explique el objetivo.