Un día sí y otro también, la ciudadanía de Balears recibe mensajes de sus cargos electos en el sentido de que los tiempos son muy difíciles y que, por tanto, no queda más remedio que aparcar los sentimientos y hasta las necesidades, para arrimar el hombro y apretarse más el cinturón con recortes sobre sacrificios. Hay que hacerlo, dicen, en beneficio de todos y para afianzar tiempos mejores que retardan su llegada. Tampoco hace falta que se lo reiteren una y otra vez al administrado porque, quien más quien menos, constata las asperezas del momento en su vida doméstica o se las vé y se las desea para dar con un puesto de trabajo proveedor de sustento.

Con este panorama y esos mensajes existe sin embargo un gran desfase entre el dicho y el hecho. Lo decimos porque el discurso y la interpretación cambia de forma radical cuando el orador se juega algo personal y sobre todo, comercial, en ello. Ayer el Parlament volvió a ser una disputa estridente y nada gratificante a cuenta de los negocios y el régimen de incompatibilidades de quienes ocupan sus principales escaños. Lo que si parece más evidente de cada día es la escasa compatibilidad entre la dignidad de la Cámara y el comportamiento de quienes la habitan. Ayer se habló poco del común de la gente y demasiado „porque resultó infructuoso„ de los negocios del president y de las vinculaciones empresariales y las concesiones administrativas que puedan ligar a la jefa de la oposición. No es que no deba hacerse. El problema es que se hace sin resultado ni compromiso alguno. Cada uno se queda aferrado a su escaño con su orgullo, su bronca y su enfado. Transmite también con ello un mensaje, supondremos que involuntario, destinado a desembocar en desengaño distante para el ciudadano.

El president Bauzá está convencido de que no hay ni tiene porqué haber más ley ni norma que la de su propio criterio. Ha decidido que sus negocios, la farmacia y la gestión de las sociedades Divino y Bauser son eso, negocios privados y que ni el respetable público ni el Parlament deben inmiscuirse en sus cuentas. Como él lo ha decido así, el PP lo defenderá tal cual, pese a lo endeble del argumento y por mucho que insista Biel Barceló. Hasta que alguien con capacidad para hacerlo dictamine lo contrario. Y después, todavía apelará. Poco importan los antecedentes y paralelismos con Aina Salom o las experiencias extremeñas semejantes ¿Qué sentido tiene hacer una declaración de bienes de los cargos públicos si en ella no se incluyen los bienes particulares ? ¿Qué obliga al president a renegar de la transparencia?

Mientras se admite de forma indirecta cierto interés y recomendación en la contratación de Borja Ruperez en IB3, asunto en el que hurga el PSOE, antes de airear la casa propia, el PP opta por indagar qué puede haber de turbio en la del vecino. Está en su derecho, pero lo uno no puede tapar lo otro. Al Govern le interesan las espinas de la rosa socialista y les busca forma y contenido en los contratos de jardinería otorgados al compañero de Armengol en Palma cuanto ésta presidía el Consell. Se tiran los negocios particulares al escaño en detrimento del negocio mayor del interés y el servicio público.