En Alemania soplan vientos de gran coalición. La CDU-CSU y el SPD, que ya gobernaron juntos en la legislatura anterior bajo la batuta de Merkel, podrían volver a hacerlo después de las elecciones generales de finales de 2013. Las encuestas aseguran que la CDU obtendrá en torno al 36% y el SPD el 30% de los votos, con un fuerte descenso de liberales y verdes, las actuales bisagras. No en vano el SPD acaba de elegir como líder a Peer Steinbrück, tibio socialdemócrata que tuvo gran sintonía con Merkel cuando fue ministro de Finanzas en el cuatrienio anterior.

Así las cosas, abortado el debate ideológico en Alemania, el resto de la Eurozona debería promover la dialéctica en el plano beligerante de la estrategia y del interés. En concreto, Francia, España e Italia, tres países en crisis y en vías de un empobrecimiento general, deberían aliarse para impulsar políticas distintas, encaminadas al desarrollo y al crecimiento, frente a la Alemania anclada en la atonía ortodoxa. Ya no son sólo las ideas las que deben engendrar el futuro: las diferentes situaciones deben estimular modos distintos de racionalidad política, sean cuales sean las etiquetas que cada cual quiera poner.