Las empresas van a producir a China como los señores de antes acudían al burdel, para conseguir lo que no les hacen en casa. En muchos casos producir en China debería ser inconfesable pero ya no en el punto de desfachatez en el que nos encontramos, por eso se pone en la etiqueta made in China como se navega con bandera de conveniencia (o de pirata si es aún más conveniente). Algunas de las empresas que hacen los productos más complejos, elegantes y modernos no tienen ningún complejo en acudir a un prostíbulo laboral chino, donde el personal está mucho más puteado que aquí y tan puteado como allí mismo cuando eran campesinos. Algo del ambiente de burdel de algunas de las fábricas asiáticas se traslada a los productos que salen de ellas a juzgar por el deseo que despiertan en algunos compradores, capaces de aguardar horas a la intemperie por ser los primeros en poseerlos, como tantas veces nos han representado a la tropa.

La fantasía produce interferencias muy potentes en la realidad y los prostíbulos han sido espacios donde se hacían realidad fantasías que no se daban en todos los hogares. Las fantasías más vulgares son acumulativas y muchos deseos se provocan por adición. Piense en la cantidad de productos a los que se les añade un baño de chocolate o de nata, algo que también aparece en algunas fantasías sexuales que exploran las fronteras entre el erotismo y la gastronomía, el sexo y el canibalismo, por esa pulsión en los intersticios de la lengua y los dientes que hace que digamos que "está para comer" a lo que nos gusta poderosamente.

China se vuelve loca por ser tratada como una dama en la boutique del Mercado donde se acepta su dinero aunque se le afee el oficio cuando va de compras a las horas de máxima afluencias. Al tiempo, produce la atracción acumulativa de las fantasías vulgares en el sistema capitalista: chinos esclavizados por comunistas. Mmm.