Como escribió el florentino, el Príncipe sólo debe cumplir lo que ha prometido si ello le reporta ventajas, y ésa es una máxima que, aplicada a las elecciones en una democracia, Beck atribuye a una canciller que ha cambiado cuando le ha convenido de postura lo mismo en asuntos nacionales que internacionales. Merkiavelli, como la apoda Beck, es una táctica del no compromiso, y así no toma partido entre los arquitectos de Europa y los defensores de los Estados nacionales: ni se solidariza con los europeístas de dentro y de fuera que le reclaman compromisos firmes de ayuda a los países en crisis ni apoya tampoco a los euroescépticos que la rechazan de plano.

La canciller alemana recurre continuamente a la dilación como táctica y esa mezcla de "indiferencia, rechazo de Europa y compromiso europeo" es para Beck la clave de la actual posición alemana de fuerza en una Europa en crisis. "La estrategia del rechazo, ese no hacer, no invertir, no conceder créditos ni dineros, esa negativa aplicada de modo múltiple constituye la palanca central de la potencia económica que es Alemania en la Europa del riesgo financiero".

El nuevo poderío alemán en el Viejo Continente no descansa como antaño en la fuerza como "última ratio". El país central de Europa "no necesita de armas para imponer su voluntad a otros Estados". De ahí que sea absurdo hablar de "Cuarto Reich". Un poder con base en la economía "es mucho más móvil: no tiene que invadir para ser omnipresente". De esa forma, explica el sociólogo, Merkel ha logrado algo que parecía imposible: hacer compatible su propia "elegibilidad nacional" con el papel de arquitecta de Europa. Lo cual significa, sin embargo, que "todas las medidas tendentes a la salvación del euro y de la Unión Europea tienen que pasar una prueba interna", a saber la de si "benefician a los intereses de Alemania y a la m de poder de Merkel".

La canciller ha aprendido también otra famosa lección de Maquiavelo: la que responde a la pregunta de si es mejor para el Príncipe ser "querido o temido". La respuesta del florentino es que conviene aspirar a ambas cosas, pero que, si entrasen en conflicto, es preferible ser temido. Angela Merkel aplica "selectivamente" esa máxima y así prefiere ser temida en el exterior pero que la quieran en casa y precisamente por eso mismo: porque se hace temer fuera.

Su receta es, según Beck, la de un "brutal neoliberalismo hacia fuera, y un consenso teñido de socialdemocracia de puertas adentro, ésa es la fórmula exitosa con la que Merkiavelli ha afianzado su poder y el de la Europa alemana". Merkel pretende asimismo "dictarles" a sus socios europeos lo que en Alemania funciona como "fórmula mágica" en economía y política. El imperativo germano reza así: "¡Ahorrad! Ahorrad en beneficio de la estabilidad".

Lo cual se traduce en Europa en "dramáticos recortes de los fondos destinados a pensiones, educación, investigación, infraestructuras, etc. Así tenemos un durísimo neoliberalismo que en forma de pacto fiscal se ha incorporado a la Constitución de Europa, y ello obviando a la (débil) opinión pública europea".

"Gracias a una combinación de fortuna y maquiavélica virtù, (Merkel) ha conseguido aprovechar la oportunidad histórica que se le ofrecía y beneficiarse tanto para la política nacional como internacional", sentencia el autor.

(*) Das deutsche Europa. Neue Machtlandschaften im Zeichen der Krise, editorial Suhrkamp