Sorprende la ingenuidad de quienes plantean a cada tanto la supuesta vida conyugal de Jesucristo. ¿Tiene eso importancia? Puesto que de Jesús de Nazaret sabemos lo que los Evangelios cuentan, lo que tenemos es una versión concreta de su vida puesta al servicio del marketing más brillante y exitoso de los tiempos, y sobre la que se ha construido un gran edificio histórico, cultural y político. En esa versión, o libreto originario de la obra, no está casado. El actual celibato sacerdotal es otra cosa (que afecta sólo a un ala del edificio, la gestionada por Roma) y descansa en la idea de que un sacerdote deba ser como Cristo, o, si se quiere, como Dios, lo cual parece un tanto pretencioso. Lo único relevante de estos debates es que son un signo del relativo liberalismo del constructo: en el Islam sólo se atrevería a promoverlos (o a escribir un comentario al respecto) un suicida.