El candidato del Partido Popular a la presidencia de Galicia, Núñez Feijóo, actual presidente de la comunidad que aspira a la reelección, está ocultando las siglas de su partido en la propaganda electoral y rehúye la compañía de Rajoy en los actos preelectorales. El fenómeno no es nuevo, y de hecho en las pasadas elecciones autonómicas y municipales numerosos candidatos del PSOE intentaron también desmarcarse de unas siglas y de unos líderes manifiestamente en baja, que les hubieran lastrado si la relación se hubiese hecho intensa. El caso de Barreda en Castilla-La Mancha fue paradigmático.

Estos ardides del marketing político son sin embargo peligrosos porque con gran facilidad la ciudadanía, es decir, el cuerpo electoral, podría irritarse ante tal camuflaje, que podría parecer un sibilino engaño. La opinión pública española, como la de los países del entorno, es ilustrada e intuitiva y se percata casi siempre de las añagazas que tratan de embaucarla.

Así las cosas, no es seguro que esta desfiguración de la realidad sea eficaz. Más bien pudiera ocurrir que esta actitud después de todo vergonzante se acabara pagando en las urnas. Porque la gallardía es una virtud política muy cotizada, por más que aparezca poco por estos parajes.