Pocas veces un proyecto con el contenido suficiente para ser seriamente considerado, ha sido torpedeado por una gestión política no ya manifiestamente mejorable sino de una deficiencia pocas veces contemplada. Que en Son Reus puedan incinerarse basuras, previamente tratadas, de España o otros países europeos, es una iniciativa que, al menos, merece un debate sosegado, porque es económicamente rentable y no existe daño medioambiental. En países como Dinamarca, Austria y Alemania, a una distancia sideral del nuestro en protección ambiental, existen plantas incineradoras que tratan residuos sin que se tengan noticias de una catástrofe como la que aquí se ha divulgado que ocurrirá si cuaja el proyecto. Sucede que el anuncio del mismo ha sido tal fiasco, que ha posibilitado que la oposición socialista y nacionalista del Consell de Mallorca haya dado con un filón impensable para desgastar al PP. Lo ha hecho a conciencia: ha calado profundamente la idea de que incinerar basura procedente de otros lugares ofrecerá una imagen de Mallorca como la de "isla de la basura". Tan efectiva ha sido la ofensiva de la izquierda que hasta la Federación Hotelera de Mallorca ha proclamado su oposición. Nada mejor podía desear la oposición: los hoteleros convertidos en sus circunstanciales aliados. Hay que convenir que el anuncio de la iniciativa ha carecido de fortuna, y en política el envoltorio con el que se presenta una iniciativa resulta tan o más importante que el contenido.

Obtener rentabilidad de Son Reus ha de ser considerado, porque ocurre que la tasa de incineración que pagamos todos no es moderada. Duele cuando corresponde abonarla. Recordar que fue la secretaria general del PSOE balear, Francina Armengol, la que aprobó la construcción del segundo horno de la incineradora presidiendo el Consell de Mallorca sirve para aclarar un poco cuáles son las posiciones del partida. El PSOE, tanto en el Parlament, donde sus votos favorables contribuyeron a la construcción del complejo incinerador, como después en el Consell de Mallorca, siempre ha estado a favor de la solución de la incineradora; si se opone estridentemente a la importación de basura obedece a cálculo político de corto alcance. Habrá quien diga que incinerar no es la solución adecuada, de hecho es el discurso de las organizaciones ecologistas, pero vuelvo a lo dicho: países del norte y centro de Europa incineran, lo hacen incluso en el centro de sus ciudades. En Copenhague, la capital de Dinamarca, la planta incineradora está ubicada a poca distancia del palacio real.

Antes de anunciarse el proyecto de importar basura, que, dicho así, suena francamente mal, que es lo que ha posibilitado que la izquierda haya entrado a degüello en el asunto, debería haberse realizado una campaña previa, hablando con todo el mundo, incluidos los susceptibles empresarios de la Federación Hotelera de Mallorca, nunca satisfechos con sus temporadas turísticas, aunque sean tan excelentes como la que está a punto de concluir. No sé si es tarde para convencer a quien haga falta de que importar basura no es la barbaridad que se está divulgando, pero ya se me dirá cómo se contrarresta lo de "isla de la basura", aunque, el carácter fenicio de la tierra, igual entiende que si la presentación es la adecuada hasta se puede revertir la situación y venderse como un proyecto interesante.

Supongo que es nadar contracorriente defender la incineración, y sostener que importar basura para proceder a su eliminación no es una mala idea, es la mejor manera de enfrentarse a una corriente dominante de opinión, pero es que no es un disparate, sino posiblemente el sistema más adecuado para hacer rentable Son Reus. Si se argumenta que jamás debió construirse, tal vez se pueda estar de acuerdo; pero una vez puesta en funcionamiento, tras la construcción del segundo horno, las cosas tienen difícil marcha atrás, por lo que importar basura (francamente, qué mal suena) para proceder a su eliminación, es una solución que contribuye a que el problema no se agrave hasta extremos que hagan difícil gestionarlo con eficacia.

Desconozco si hay alguna solución alternativa para rentabilizar Son Reus; lo que todo el mundo sí sabe, es que hay que eliminar las basuras que casi el millón de personas que vive en Mallorca generan; hacerlo tiene un coste elevado. El disparate consiste en que quienes colaboraron en la construcción de Son Reus, y después abrieron la puerta a la segunda línea de incineración, ahora se desentiendan de su gestión, den portazo a una solución que puede que sea la adeucada o puede que no. Lo inaceptable es avalar la especie de que se corre el peligro de que Mallorca sea "la isla de la basura", porque con tan solo asumirlo, se está contribuyendo a que se consolide la idea; por la misma razón, la Federación Hotelera no debería entrar poco menos que en un estado de pánico contribuyendo a que la cadena de despropósitos se haga interminable.