En 1990, durante el V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, se declaró el 28 de septiembre como el Día por la Despenalización del Aborto, con el lema "Aborto legal y seguro, las mujeres deciden, la sociedad respeta, el Estado garantiza, las iglesias no intervienen". Una vez más las feministas del mundo entero seguimos una iniciativa de estas compañeras, y en Mallorca, el día de hoy, contará con actividades reivindicativas como en el resto de ciudades.

"Nosotras parimos, nosotras decidimos"; "Mi cuerpo es mío"€ son consignas feministas que expresan nuestras reivindicaciones más antiguas, y de las más difíciles de lograr puesto que la apropiación y control del cuerpo de las mujeres y su capacidad reproductora ha sido la obsesión del patriarcado desde su comienzo. Un control que parecería incluso engañosamente contradictorio pues nos encontramos con Estados en los que se obliga a abortar tras el primer hijo y otros que estimulan políticas de natalidad que garanticen un crecimiento demográfico; durante decenios, el único método anticonceptivo en la antigua URSS fue el aborto, otros países persiguen penalmente a mujeres y profesionales sanitarios que realizan abortos€ En definitiva, el cuerpo de las mujeres ha sido utilizado desde siempre en un sentido u otro.

Además de los estados legislando para controlar nuestro cuerpo, las iglesias han pregonado en contra de nuestra libertad de elección. En ningún caso es porque se preocupen de la infancia; de hecho, el que millones de niñas y niños estén en peligro de muerte por malnutrición o abandonados a su suerte en lo que a educación y sanidad se refiere, poco les importa pues no pasan de lanzar algún comunicado de vez en cuando, mientras que es impresionante la cantidad de veces que lanzan proclamas sobre los proyectos de vida en potencia que significan los embriones y fetos. Les interesan los fetos, no les interesan los ya nacidos con la misma intensidad. ¿Por qué? Porque realmente se trata de dominar a las mujeres, tutelarlas. El aborto está lejos de ser un crimen. Es algo no deseado por nadie y mucho menos por las mujeres, el ideario feminista no aboga por el aborto sino por los derechos sexuales y reproductivos „que incluyen el aborto„ es decir por la libertad de decidir de las mujeres, que decidan ser madres cuando lo consideren conveniente y que aborten cuando las circunstancias se lo recomienden; resumidos en la consigna "Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir".

Poco a poco, la mayoría de los países europeos se fueron acogiendo a la llamada Ley de Plazos, en la que las mujeres deciden durante las primeras 14 semanas de gestación. Spain is different así que en nuestro país, durante muchos años, las mujeres que necesitaban abortar fueron consideradas criminales. Tras una larguísima y dura lucha, los pusilánimes consensos parlamentarios y partidistas acordaron únicamente sacar del Código Penal cuatro supuestos para que las mujeres no terminaran en la cárcel por una acción que era legal en la mayoría de los países de nuestro entorno. Aquella regulación despenalizaba el aborto en caso de violación (hasta la semana 12), de taras físicas o psíquicas del feto (hasta la semana 22) y de peligro para la vida de la madre (sin plazo) hasta que se introdujo el cuarto supuesto, el social. Esto nos convirtió en mentirosas, pues como la última decisión no la tenían ellas sino jueces y médicos, las mujeres debían acomodarse a esos cuatro supuestos que las alejaba de la cárcel. Así, estaban obligadas, en un alto porcentaje, a mentir.

Por fin, en 2010, pudimos contar con la conocida como la Ley de Plazos, que concede de manera automática y gratuita a las madres el derecho a abortar sin alegar razones ni requerir el consentimiento de un médico en las primeras 14 semanas de gestación, pero en cuanto el señor Gallardón fue nombrado ministro de Justicia asistimos con estupor al enésimo golpe a los derechos humanos. Ni se preocupa en escudarse en la mal llamada crisis económica. Estamos ante un ataque con cariz ideológico de un gobierno que se alinea con el sector más conservador y fundamentalista de la sociedad. El hecho de que lo lidere el ministro de Justicia en vez del ministerio de Sanidad, muestra un inequívoco enfoque ideológico y no de salud pública.

Desoyendo las advertencias que la ONU le ha enviado y a pesar de que supondría que, por primera vez en Europa, un país retrocediera en derechos humanos, Gallardón quiere volver a la Ley de Supuestos de 1985, pero más restrictiva en aras de proteger "al no nacido". Hay una imagen circulando por las redes sociales muy clarificadora: se ve un huevo con una leyenda "Por mucho que insistan los fundamentalistas, esto no es una gallina".

Lo que significará es que las mujeres volverán a abortar de manera más insegura, que las que tienen recursos irán a Londres o a las clínicas privadas de nuevo, y las otras se jugarán la vida y la salud en abortos clandestinos. La Iglesia y el señor Gallardón nos quieren hacer creer que no somos ciudadanas, que sólo somos criminales perdonadas en algunos casos, y nos impele a ser mentirosas. ¿Lo permitiremos?

A nivel estatal se ha impulsado una plataforma por la defensa de nuestro derecho a decidir. En Mallorca también. Compuesta mayoritariamente por mujeres pero también por hombres activos; sólo la virgen María se quedó embarazada de una paloma€ el resto de mujeres lo hacemos con la ineludible aportación masculina y ellos tienen que asumir esa responsabilidad. No deberíamos dar bombo y platillo a los hombres por hacer lo que deberían, pero son una rara avis de tal calibre, que quiero hacer explícita su aportación y compromiso en esta lucha, y animar a muchos más hombres a seguir este camino pues, como dicen los hombres igualitarios, "el silencio nos hace cómplices".

Como dice la pensadora feminista mejicana, Marcela Lagarde, "las mujeres tenemos derecho a tener derechos, y en esta lucha llevamos muchos años; los que construimos es inmediatamente objetado por el sector más retrógrado y recalcitrante del poder patriarcal, especialmente, los derechos sexuales y reproductivos porque son el paradigma de las mujeres libres". Los derechos sexuales y reproductivos son un pilar básico de ciudadanía porque son los que avalan nuestra libertad y autonomía para decidir sobre nuestro propio cuerpo, porque entendemos la maternidad como una opción y no como un destino impuesto. Los hemos luchado y conseguido, por eso no vamos a retroceder de ser ciudadanas a ser de nuevo tuteladas y es nuestra responsabilidad dejárselos a las nuevas generaciones de mujeres y hombres. Es una cuestión de derechos, una cuestión de ciudadanía, y por eso seguiremos luchando el tiempo que haga falta. Hagamos valer nuestros derechos; no permitamos que nos los pisoteen.