Diferentes y separados desde el principio, lo cual, a tan tierna edad, es poco menos que decir marcados. Bastante de eso se va a ver y padecer a partir del próximo curso en algunos de los centros escolares de Balears. Al presentar ayer el proceso de escolarización para el curso 2012-2013, el Govern desveló también cómo va a aplicar la libre elección de lengua vehicular en las aulas de las islas. Según las explicaciones dadas por el conseller Bosch, los 50.000 alumnos de los tres últimos cursos de Infantil y los dos primeros de Primaria, al formalizar la solicitud de plaza de nueva incorporación o la matrícula de los ya reglados, tendrán la oportunidad de seleccionar una casilla por la que se optará por la lengua castellana o la catalana para la práctica de todo lo vinculado con la lectoescritura docente. La medida, en forma de elección, viene a afectar a todos los escolares de entre 3 y 7 años.

Definitivamente, el PP eleva a categoría un problema muy puntual alimentado y delimitado en un sector concreto de la sociedad insular. El conseller de Educación –sería interesante oír a los pedagogos desapasionados– abrió ayer todas las puertas para el desdoblamiento de aulas, en función del idioma, en los colegios grandes y para la flexibilidad o la incorporación de profesores de apoyo en los pequeños.

El estigma del idioma entra en la escuela curiosamente cuando el alumnado de la comunidad se estabiliza en torno a las 160.000 plazas y después de que, en términos generales, ni la avalancha de la inmigración haya ocasionado dificultades especiales sobre la cuestión. El Govern escolariza –será un alumno desestabilizador– al problema que ha arrojado a la calle con el catalán. En la práctica, no se da la posibilidad objetiva de elegir un idioma, se obliga a descartar otro y se priva de la normalidad y de la exclusividad, en forma de riqueza cultural y patrimonial, de tener al catalán como valor propio no excluyente ni enfrentado al castellano. Con todo ello, pierde la madurez y el enriquecimiento humano.

Resulta llamativo en grado extremo que el mismo Ejecutivo que no ve inconveniente en incrementar las ratios de alumnos en las aulas, ni adopta medidas para unos índices de fracaso escolar que deberían hacerle ruborizar, o que escatima medios para la educación especial y funciones de soporte académico puntual, despliegue en cambio toda clase de generosidades para que los padres seleccionen las lecturas o las explicaciones que reciben sus vástagos, sean en castellano o catalán. La realidad sociolingüística de Balears no es ni selectiva ni discriminatoria. Es la expresión de un enriquecimiento idiomático y exclusivo. Resulta una de las primeras lecciones que debería impartirse en las aulas y sobre la que necesita mejorar nota el Govern.

Lo dicho ayer por Rafael Bosch significa muchas cosas y abre muchas preocupaciones, pero también es una nueva expresión de que los recortes son sobre todo una opción ideológica y una preferencia programática.