Miguel es un empresario de Palma. Padece una enfermedad crónica y con mayor o menor acierto los diversos médicos lo van tratando, y confía en ellos. Hace años que tiene el mismo asesor fiscal, y aunque le duele, suele seguir sus consejos. Entonces, ¿Por qué Miguel no escucha a su servicio de prevención de riesgos laborales? ¿Por qué no se cree lo que le está diciendo?

Pues muy fácil, porque Miguel lleva horas trabajando, horas de reuniones, acciones comerciales y persecución de morosos, y lo que no puede hacer es encima comprobar si sus operarios llevan o no puesto el casco. ¡Demasiados problemas tiene como para encima tener que estar en la empresa vigilando a sus trabajadores!

Sus reuniones siguen, sigue buscando clientes, hoy tiene varias reuniones importantes en Madrid, pero le llaman desde Palma para hacerle un pedido importante. Inmediatamente se pone en contacto con la fábrica y encarga todas las tareas a un empleado de su confianza. Tiene que llevarse todo con rapidez y servirse el pedido de forma puntual, ¡no están las cosas para jugársela! Sabe en quién confiar ese trabajo, porque él conoce bien su empresa. Incluso cuando está en Madrid sabe qué trabajadores llegan tarde a trabajar o quién no cumple con la uniformidad.

Ello demuestra que no es necesario estar cada día a pie de obra controlando si sus trabajadores se ponen o no el casco, simplemente se trata de saber cómo se trabaja en su empresa, y si lo sabe para lo que le interesa, no tiene excusa para no cumplir con la Ley de Prevención de Riesgos Laborales.

¡Es todo tan fácil! Con la misma frecuencia que recuerda la puntualidad a sus trabajadores, e incluso asusta a alguno con una amonestación, puede, de forma aleatoria o entre viaje y viaje, llamar la atención a cualquiera de sus trabajadores, y si no le hacen caso, hasta despedirlos.

No hay excusa, bueno, sí hay una, Miguel sabe que por mucho casco que se pongan sus trabajadores, el riesgo sigue existiendo, y aunque le han hablado maravillas de lo rentable que es cumplir con la prevención de riesgos laborales, Miguel lo que percibe por ahora es que tiene que pagar a un servicio de prevención que le está asesorando en un imposible: ¡eliminar los riesgos en el trabajo!

Bueno, ante eso, no me cabe otra que recordar a Miguel que el objeto de la prevención de riesgos laborales no es eliminar los riesgos, pues que yo sepa, ¡los técnicos de PRL no son magos!

Porque por mucho que se cumpla con dicha legislación, ninguna empresa podrá poner un cartel diciendo "aquí no habrá accidentes de trabajo" dado que hay riesgos intrínsecos a ciertos trabajos, por ejemplo, un operario de la construcción sólo dejará de tener riesgo de caída en desnivel, si deja de trabajar en la construcción. Absurdo que obviamente no pretende la ley, porque lo único que humildemente pretende –y ya es mucho– la Ley de Prevención de Riesgos Laborales es disminuir los riesgos de ese puesto de trabajo.

Y si se cumple con dicha legislación, es más improbable que se produzca la caída del andamio, y si acontece tal accidente, su gravedad será menor, pero tal éxito de de la empresa no es noticia de periódico, como tampoco es noticia que un trabajador tenga la vista menos cansada o menos dolor de espalda en un puesto que inevitablemente conlleve riesgos de ese estilo gracias a la adopción de ciertas medidas de organización preventiva.

Y eso es, nada más que eso –que, insisto, ya es mucho–, es el trabajo de un técnico de prevención de riesgos laborales.

Hoy el "pesado" de prevención de riesgos laborales tiene una reunión con Miguel. El técnico está preparado para que el empresario no crea en él, aunque tal vez, hoy comprenda su trabajo, como el técnico comprende el de Miguel, aunque para eso no bastarán estas líneas, sino que inspección de Trabajo y la conselleria de Treball se den cuenta que un técnico no tiene autoridad sobre la empresa, como sí la tienen otros asesores.

Autoridad que no tendrán mientras las instituciones sigan creyendo que los empresarios pagarán calidad en este sector, cuando de forma lógica y con la crisis, Miguel o cualquier empresario querrá el más barato para cumplir con la ley, y esto es importante, porque si los servicios de prevención tienen que seguir con precios tan bajos, sus técnicos ofrecerán los servicios de una forma que el empresario y los trabajadores verán inútil y por tanto, seguirán sin creer en la prevención de riesgos laborales.

En fin, espero que mis alumnos –futuros técnicos– sigan creyendo en la prevención, y que, aunque con pocos medios y con toda la incomprensión del mundo, puedan ofrecer a las empresas todos sus conocimientos, y que las empresas, –ya que tienen que pagar y cumplir por ley con la materia–, les saquen partido.