Opinión

José Carlos Llop

La sombra de Eliot

¿Qué tienen en común el poeta T.S. Eliot y los muros del cementerio de Palma? Aparentemente, nada, pero si dijera que el fusilamiento del político mallorquín Alejandro –Tano– Jaume, podrían pensarse dos cosas: 1) que a mí se me ha ido la olla; ó 2) que Tano Jaume era lector de Eliot. Respecto a lo primero, tengo la impresión de que todavía no (nunca hay que descartarlo). En cuanto a lo segundo, el poeta anglosajón no figura entre las lecturas o citas literarias de la impecable biografía de Alejandro Jaume, publicada por su nieto Alexandre Font Jaume, un hombre que ha dedicado gran parte de su vida a la huella de Roma y el mundo clásico en Mallorca. Quizá Raixa, la finca donde el cardenal Despuig inventó su villa romana y su museo de arte clásico, haya tenido que ver con la vocación de Alexandre Font (uno de sus propietarios, junto con los demás Jaume que lo fueron, antes de que Mallorca perdiera la oportunidad de que la comprara Jill Sander y luego pasara lo que pasó, si es que alguien sabe lo que de verdad pasó y pasa ahora con Raixa). En cuanto a su abuelo Alejandro –Tano– Jaume, hay deberes que son familiares. Eso lo sabía también Andrés Ferret, que fue su sobrino-nieto.

Pero vuelvo a la conexión Eliot-Jaume. Alejandro –Tano– Jaume había nacido en 1879 en Montevideo y Eliot lo haría nueve años más tarde en Saint-Louis, Missouri. Tano Jaume murió –lo mataron– en 1937 y Eliot murió en su cama en 1965. O sea que poca, lo que me obliga a continuar. En 1922, Eliot había publicado La tierra baldía, que no sería traducido al castellano hasta varias décadas después (al catalán tardó un poco más). Pero cabe la posibilidad de que algún ejemplar de The waste land llegara a Mallorca y Tano Jaume lo viera (o que lo hubiera visto durante su juventud parisina). No he dicho que lo leyera; sólo que lo viera o lo tuviera entre las manos. En ese poema está la devastación europea tras la Primera Guerra Mundial y en ese poema podemos hallar metáforas –la buena poesía es visionaria a menudo– aplicables a la devastación que supone una guerra civil. De esa devastación fue víctima Alejandro Jaume y la biografía que ha publicado su nieto es tan minuciosa como dolorosa: la vida de un hombre y su sacrificio (como en el destino de los antiguos griegos). La tierra baldía, de Eliot, es también un poema que se fundamenta en el dolor.

La biografía de Tano Jaume viene acompañada de otro volumen, Escrits des de la presó (1936-1937), que reúne las cartas de Jaume encarcelado, los documentos relativos a su proceso judicial, y Mi calvario, un conjunto de notas que abarcan de la detención a la muerte, escritas durante su cautiverio (entre el castillo de Bellver y el Hospital Provincial), más un prólogo de su bisnieto el editor de Lumen, Andreu Jaume. La ironía macabra es que había sido Tano Jaume, en su época de diputado, el que había conseguido que la propiedad del castillo de Bellver –su prisión– fuera de la ciudad de Palma (antes pertenecía al Patrimonio Real). La ironía amable, esa que nos hace mejores de lo que somos, es que su bisnieto, Andreu Jaume –prologuista de los Escrits des de la presó–, acaba de publicar en Lumen la edición de los escritos críticos del poeta T.S. Eliot, bajo el título La aventura sin fin. Ahí es donde se encuentran Eliot y los muros del cementerio de Palma, una de aquellas noches siniestras del 37. Entre el calvario de Europa –la tierra baldía eliotiana– y el calvario de Tano Jaume, que es un fragmento del anterior. ¿Sólo ahí?

Fue Andreu Jaume, editor de los ensayos eliotianos, quien me dio la noticia de la aparición de la biografía de Tano Jaume escrita por Alexandre Font (que también es tío de Andreu). La elogió una y otra vez como modelo de biografía, "al estilo de las anglosajonas", dijo. Y fue él, además, quien me dio la clave necesaria para enlazar a Eliot con Jaume y esa clave es Dante. Ambos se sabían, prácticamente de memoria, La Divina Comedia por entero y Andreu encabeza su prólogo a los escritos de su bisabuelo encarcelado con una cita de Dante: "Yo hice de mi casa un catafalco". Los fusilamientos de civiles y la farsa legal que precedía a los condenados a muerte pertenecen por fuerza a algún círculo del infierno dantesco. Recuerdo que cuando Eliot, un bostoniano estirado, publicó su primer libro de poemas, le preguntaron sobre las críticas a su propia clase social y él contestó algo así como: "¿Y a quién quiere que critique sino a los que conozco bien y en los que confío? De los demás no espero nada; de los míos siempre he esperado que hicieran las cosas bien". Quizá ahí esté otra clave de la deriva que acabó una noche de 1937 de espaldas a los muros del cementerio de Palma.

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