Opinión

Pedro Villalar

El fracaso del jurado

Lo ocurrido en el "caso Camps" confirma una sensación que muchos hemos mantenido desde que Felipe González se empeñó en 1995 en introducir en el sistema judicial la institución del jurado, y el entonces ministro Belloch en utilizar el modelo del jurado puro –formado por ciudadanos legos en derecho– en vez del mixto o del escabinado, que mezclan expertos y profanos: pasados más de quince años, el jurado no tiene prestigio alguno ni arraigo social. Y se mantiene la percepción de que son más justas las decisiones que puedan adoptar los jueces profesionales que las que tome un puñado de personas elegidas al azar.

En el asunto que inspira estas líneas, es claro que la no culpabilidad de Camps tiene que ver con el ambiente social de lenidad que se respira en la sociedad valenciana con respecto a las corruptelas políticas, que no han tenido consecuencias electorales en aquella comunidad. Lo que abonaría la aberrante tesis, manejada por Camps, de que las urnas redimen de cualquier culpa o responsabilidad penal a los políticos que se sometan a ellas.

El "caso Camps" deja un sabor amargo ya que en él asoma una cierta impotencia del sistema judicial español, que esta vez, cegado por las nieblas populistas, no ha sido capaz de tomar la distancia precisa para adoptar las decisiones pertinentes.

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