Opinión

Norberto Alcover

La tristeza de un mallorquín

De un tiempo a esta parte, se habla, se escribe, se comenta largo y tendido sobre nuestra isla en muy diversos ambientes madrileños. Cuando te reúnes con amigos o compañeros del mundo académico, pero nada digamos si se trata de personas vinculadas al universo mediático, sin dejar de lado hombres y mujeres relacionados con instituciones eclesiales, y añadan los colectivos que prefieran, siempre acaba por ponerse sobre el tapete la situación corrupta de Mallorca, ya casi como un mantra obligado.

Y es frecuente que alguno de los contertulios te diga con una cierta sorna "de buena te has librado". Como si nuestra isla se hubiera convertido en una roca en medio del mar solamente habitada por sinvergüenzas, ladrones, perjuros y delatores de medio pelo. Uno dice que no, que la mayoría de la gente mallorquina es excelente, que se trabaja duro, y cosas semejantes de sentido común, pero percibe una sonrisa de sospecha en los interlocutores ante el aluvión de noticias que les abruman diariamente desde todos los medios de comunicación posibles.

Éramos la envidia de España desde aquellos viajes de boda de los sesenta y el sucesivo turismo que nos inundaba, hasta éramos gente simpática por tranquila y acogedora, pero nos hemos convertido en "sospechosos habituales", objeto de sonrisas cínicas y de una cierta conmiseración nacional. Mallorca ha caído en desgracia como lugar de corrupción. Matas, Munar, el público vociferante y esa larga fila de ciudadanos que se han lucrado con el dinero de los contribuyentes, mientras, de forma inesperada, se ha presentado nada menos que el yerno de su majestad, ese Urdangarín como guinda en el pastel envenenado de la opinión pública.

Me dirá alguien que menuda obsesión con lo que se opine en Madrid de nuestra isla, y añadirá lo bien que está Mallorca tan lejos del estatalismo mesetario. Pues mira qué bien pensar así. Parece que esconder la cabeza bajo la arena sigue siendo una tarea frecuente cuando arrecian las dificultades. Incluso puede añadirse que "Mallorca para los mallorquines", en un gesto mental de insuficiencia neuronal. Nada de eso. Escribo de la reacción madrileña sobre la corrupción mallorquina porque da la casualidad de que vivo en Madrid, pero es que además esta ciudad es la redoma, como ya he escrito, del resto de los humores españoles o como quieran llamarles. Los grandes diarios y las cadenas televisivas dominantes y la opinión pública estatal se elaboran aquí, como sucede en todas las grandes capitales del mundo. Y la imagen que de Mallorca se tenga en esta villa y corte, acaba por esparcirse en el resto de España. Sucede así. Sucederá así.

Y uno de los mayores errores de los políticos mallorquines y baleares ha sido y sigue siendo la ausencia clamorosa de personas representantes de las islas aquí, donde tantas cuestiones se juegan en los ambientes soterrados y en ese extraño lugar llamado Parlamento. No es una manía personal del periodista que, por avatares de la vida, vive en este lugar. Más bien muchos mallorquines piensan así porque prescinden de la perspectiva necesaria para situarse "fuera de la isla" y contemplar el inmenso país que les circunda y en el que otros isleños nos vemos obligados a vivir, a escuchar, a discutir y, para colmo, a defender la honorabilidad de las islas y sobre todo de la isla por antonomasia, que es Mallorca.

Todo esto produce en el espíritu del periodista una tristeza infinita, como si tuviera que estar continuamente dando explicaciones por pertenecer al ámbito donde se cuece tantísima corrupción, una corrupción que atañe a tantísimas personas, de grupos diferentes, hasta, repito, estar metido en este saco nauseabundo nada menos que un miembro de la familia real, que también es mala suerte. Y en ocasiones uno piensa que los responsables de la vida cívica y política, pero también económica, mallorquinas y baleares por extensión, harían bien en organizar algún acto de presencia madrileña donde mostrar alguna cosa más que las sobrasadas y las ensaimadas. Nuestra identidad. Nuestras ambiciones. Y si se hace necesario, nuestras excusas. Porque este asunto no atañe solamente a un grupo político, el que sea. Atañe el conjunto de la ciudadanía mallorquina y balear, sobre la que se piensa de forma reticente y entregada al dinerismo más grosero.

Desde esta ciudad, crisol de tantas otras españolas, les invito a reaccionar "más allá de Mallorca", para contrarrestar los malos rollos que nuestra situación corrupta han engendrado. y procurar así que algunos de nosotros, que en la distancia, nos sentimos del todo isleños y mallorquines y, por ello mismo baleares, podamos volver a mirar a la cara a tantas personas que, en el pasado, desearon llegarse a Mallorca, a las islas, como tierra de promisión. De gente de bien. De personas con un estilo de vida sensato, ético y en fin ciudadano.

Más allá de la justicia, está la dignidad.

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