Parece como si el Govern se dedicara sólo a mirar de dónde y cómo se puede ahorrar, sin reparar en exceso en las consecuencias que ello puede reportar o si el remedio resultará más dañino que la enfermedad inicial. De lo contrario, algunas de las decisiones que se van adoptando resultan difíciles de entender y de asimilar. Su justificación está fuera de lugar.

Los consellers del Ejecutivo Bauzá niegan esta actitud y sobre todo lo hace el portavoz Rafel Bosch. Pero los hechos les van desmintiendo porque cada día, de un modo u otro, se va comprobando como el Govern no tiene reparo en meter mano directamente en el bolsillo de los ciudadanos, sin reparo en escatimarles lo básico y hasta imprescindible como el mismo sustento, aún en caso de apuro, desplazamiento o debilidad emocional por carencias de salud. Lo hace un Ejecutivo que, por contra, asegura que no aplica ni aplicará recortes en Servicios Sociales, Educación o Sanidad.

Sin embargo, para asombrarnos, desde la incredulidad inicial, llega la última sorpresa que desmiente esta declaración de principios. Ahora comprobamos como el Ib-Salut pasa a los hospitales de Balears la orden de retirar el menú de las tres comidas diarias a los padres de niños ingresados. Según la empresa concesionaria del servicio de comedor en Son Espases, son 25 euros por persona y día. ¿Seguro que no hubiera sido más digno y honesto, sin ir más lejos, suprimir algunas de las discutibles dietas que cobran los altos cargos del Govern? Más humano, cuando menos.

Los progenitores de neonatos, lactantes y niños sujetos a tratamiento oncológico han quedado indultados de esta decisión, que reprime más el ánimo que el alimento, de quitar el pan de la boca a los padres de niños enfermos. No hace falta revestirse de argumentos o apelar a la psicología infantil para hacer ver que un menor, debilitado por la falta de salud, necesita de forma especial el acompañamiento de sus progenitores y que el verlos comer con él o ante su presencia puede tener efectos reparadores paralelos a los del tratamiento médico. Por este camino, los pluses de cuidados sanitarios pueden tener mayor coste que el que suponía tres platos junto al hijo enfermo.

Para ahorrar 27.000 euros al mes en Son Espases, lugar en el que por volumen tienen mayor coste los menús que se daban a los padres, el Govern no ha tenido inconveniente en echar mano de lo más elemental, los pañales de los ancianos y la comida de acompañantes necesarios de niños enfermos. Deberemos empezar a preguntarnos, si de verdad el saneamiento de las cuentas autonómicas pasa por estas cosas, sobre la solvencia de sus nuevos administradores porque, con medidas tan obsesivas, al borde de lo enfermizo y que también tienen un valor testimonial, pero muy diferente al que el Govern concede a la eventual supresión de la paga extra de Navidad de sus miembros, es muy posible que el problema real no esté en los números, sino en quienes deben domesticarlos.

Los padres se quedaron sin comida de golpe y porrazo porque los hospitales recibieron la orden de quitársela el mismo día en que debían suprimirla. Dicen que, a lo mejor, pondrán un microondas en algunos pasillos hospitalarios que tengan el comedor lejos. La sugerencia resulta un tanto ofensiva.