Es asombroso que todavía resuenen los ecos del desenlace inesperado del Campeonato de Fórmula Uno. Era tal la confianza depositada en Fernando Alonso que nadie puede comprender que el título se le escapara en el último suspiro. Ante la magnitud de la catástrofe, se ha buscado un culpable. Se trata del ingeniero mecánico de Ferrari, un tal Chris Dyer, que adoptó una táctica absolutamente errada a la hora de decidir el momento en que el piloto español debía entrar en boxes. Los expertos no salen de su asombro ¿Cómo es posible? Su decisión se reveló tan nefasta que ha manchado de por vida el prestigio de un estratega ejemplar. Es lo malo de aquellos que viven en el cálculo, o del cálculo o para el cálculo. Al final acaban siempre cometiendo el gran error. Ocurre con los estrategas de equipo: políticos, entrenadores, militares, directores de banco, pastores de almas, etc.

Pero así como el estratega de equipo puede ser muy valiente, el estratega individual suele ser un cobarde. Está tan ocupado elaborando y revisando las tácticas que pueden serle útiles a nivel personal que no tiene tiempo de pensar ni ayudar a los demás. Cualquier gesto suyo en favor del prójimo es, en el fondo, una maniobra analizada al milímetro y destinada a proporcionarle los mayores réditos. Más que un ser generoso, lo cual es una etiqueta que él mismo se ha adjudicado para tranquilizar su conciencia, es un hábil especulador. Y como buen especulador carece de verdadera estatura moral. Llegado el momento, un buen estratega individual jamás arriesgará el culo para impedir que a usted le acaben dando por el ídem. Jamás. Al contrario, hará lo imposible para no ser visto en su compañía, para que nadie le pida explicaciones, para que nunca se les pueda asociar al uno con el otro. El estratega individual es algo así como el hombre orquesta. Hace de todo: de Fernando Alonso, de ingeniero de Ferrari, de estratega colectivo, de patrón de la escudería, de bólido, de boxes, de security car, de rubiata con mono rojo y hasta de bandera a cuadros. El solito vale por el gran circo de la Fórmula Uno.

Como ya peino canas, he conocido a muchos estrategas en mi vida, desde ciertos compañeros de escuela, que solían ser los empollones, hasta personajes que de algún modo u otro habitan nuestro planeta. También puedo decir que tarde o temprano se equivocan todos. Es de justicia. El escritor Julio Cortázar solía decir algo que nunca he olvidado: la vida siempre opina de otra manera. Cierto. Por muchas precauciones que tome el estratega individual, por mucho que especule, al final también le aguarda su propio Abu Dabi. El fallo imperdonable. Si ese fue el destino de los grandes estrategas de equipo-Aníbal, Nelson, Napoleón, Chris Dyer-el especulador individual debería aprender que ni él, ni yo ni nadie estamos a salvo. Pero el pobre sigue tan distraído calculando estrategias a mayor gloria de sí mismo que olvida que los dioses ciegan a quienes quieren perder.